Hola amigos y amigas, también yo haré volar las fotografías en este reto.
No he podido subir la foto, pero les dejo el video de "La Galopera", una danza típica paraguaya, lugar de donde es oriunda mi protagonista.
Preciosa libertad
El aire del micro resulta muy
pesado, no me dejan abrir las ventanillas, este velo aprieta mis sienes, como que
desea hundir mis ideas y esconderlas. No
puedo respirar, tampoco puedo
confesárselo a mi acompañante. Sé que me nota inquieta, hubiese preferido viajar
en un asiento sola. Busco y busco en los bolsillos de mi hábito las pastillas para la depresión, pero mi hábito parece estar diseñado así para que no
pueda encontrar más que el rosario.
La gente va colocándose los abrigos
y frunce los ceños en señal de frío, sin embargo yo estoy sofocándome, para mí
no hay nada encendido.
Mi acompañante no deja de observarme, luego, una vez que yo haya concretado todo lo que estoy pensando, sé que intentando buscar una explicación a mi terrible decisión, relatará estos momentos no olvidándose de un solo detalle.
Vamos a
un retiro espiritual en el que se reunirán muchísimos docentes vicentinos,
todos relatarán con alegría sus experiencias, lo vivido con sus alumnos, pero
yo no puedo pensar ni en sus nombres porque la opresión que siento me nubla las
ideas. Sigo hurgando en los bolsillos
que no encuentro y en el mísero monedero que tengo, encuentro el dinero justo
para pagar la estadía, sé que no sobra un solo centavo para el desayuno que
todos tomarán en cuanto el micro pare en Villa María, y ahí, con la cabeza
gacha y las vergüenzas en los pómulos, agradeceré a mi acompañante que
compartirá conmigo su desayuno sin que yo pueda elegir, porque hace años que no
elijo absolutamente nada. Solamente
tengo que mover la cabeza sumisa y aceptar porque hice votos de pobreza aunque
los que más me cuesten sean los de castidad.
Pedían fotografías para una
actividad que tendremos que hacer. Está amaneciendo, cierro los ojos y recuerdo
que cuando todas las hermanas se durmieron, coloqué en el bolso el traje
amarillo con que bailé en mi pueblo, por última vez, “La Galopera”; me sonrío,
mi acompañante capta esa sonrisa y respira con tranquilidad. En la ruta
empiezan a vislumbrarse las ligustrinas, verdes como la esperanza. Estoy angustiada
y aburrida, el viaje es largo y arrancaría mi hábito y mi velo que no deja de
apretujar mis orejas. Busco en el bolso de mano. La Hna Clara puso esa foto en la
que están mis tías y tíos, los que me criaron, los que evitaron enviarme al orfanato
cuando murió mi madre. Me criaron tan sumisa, tan, que los tres juntos
decidieron que yo era la sierva perfecta para dedicarme a Dios. ¿Quién les dijo
semejante atrocidad? No caben en la foto, son tan, pero tan grandes, excedidos,
robustos, ordinarios. Ríen y ríen a carcajadas mientras consumen otra botella
de sidra, que ya vaciaron brindando porque estaba consagrándome al Señor.
Vuelvo a cerrar los ojos, “Galopeeeeera,
baila tu danza hechiceeeeera”, no deja de sonar en mi cabeza, en mi cabeza que
ya no tiene la cabellera preciosa a la que mi madre le colocaba las cintas
amarillas para que yo bailara y bailara y girara una y otra vez.
Voy al baño, encuentro un ventiluz,
qué suerte aquí sí se respira. Es hora de que mis tíos rueden por la ruta y viajen
muy lejos, primero parto la foto en pedazos minúsculos y luego…A volar, al
igual que mi hábito, al igual que mi velo.
Rosana