viernes, 18 de marzo de 2022

Días en contraseña.(Por Patricia F.)

 Días en contraseña. (Por Patricia F.) 





Saco el celular de la cartera, pensando que necesito pedir un turno médico, como siempre al ingresar a la página, me solicita mail y contraseña, decido esperar a llegar a casa y hacerlo desde la computadora, porque en esa mini pantalla del móvil, podría meter la pata y para mí es un lío recuperar la famosa “contraseña”. 

Continúo mi viaje, observando por la ventanilla del transporte público, tengo suerte de sentarme, puesto que no es hora pico y el colectivo va casi vacío.  Mis ojos se pasean por la seguidilla de autos, edificios, árboles, transeúntes y semáforos; esa línea hipnótica que te hace mirar sin ver. 

Entre tanto, mis pensamientos vuelan y mi mente divaga en que, en estos últimos tiempos, el vivir diario pasa por contraseñas, desde que llegó este virus que nos mantuvo encerrados, la vida comenzó a volverse más tecnológica para todos, cualquier trámite y hasta para divertirte se necesitan claves, contraseñas, y es tan larga la lista que cuando me quiero acordar: ¡¡¡NO ME ACUERDO DE NINGUNA!!! 

Opté por usar la misma para todo, pero ¡¡¡OOOOOOOO!!!son dos mails diferentes y otra vez enloquezco, por Yahoo, por Gmail, ¿por cuál era?... 

¿A todos les ocurrirá lo mismo que a mí?, no me gusta ir al cajero automático, porque tengo miedo equivocar la clave en un momento de distracción y se trague la tarjeta, y la del teléfono, y la computadora, y.…...¡¡¡UFAAAA!!! 

Los últimos días del verano logran incomodarme aún más, sumado al calor húmedo que entra por la ventanilla, me hace desear un helado y olvidándome del tema “contraseñas”, decido que en cuánto llegue a casa me voy a dar una buena ducha reparadora y pediré por delivery un kilogramo de helado, mi objetivo, despatarrarme en el sillón viendo una serie o película. 

Al llegar así lo hice, pero como siempre en cada uno de mis actos online de este tiempo, aparece la famosa y molesta “CONTRASEÑA”. 

 

 





jueves, 17 de marzo de 2022

Sucedió en la fábrica, digo, en el Astillero (por Rosana)

 

Y una vez más "El relato juevero". Esta vez nos convoca Myriam, desde AMORES Y RELACIONES





No todas las fábricas se llaman fábricas. Las que fabrican barcos, se llaman ASTILLEROS. 

Viví mi infancia pegadita a dos de ellos, ya que el barrio en donde nací, la Isla Maciel, se encuentra a orillas del Riachuelo, que desemboca en el Río de la Plata






Once cuarenta y cinco…falta poco para el medio día. Hace muchísimo calor y los chicos están de vacaciones. En la cocina un humeante estofado logra levantar la humedad del piso. Agobiante el calor que entra por el tejido de alambre.

La olla de aluminio de dos pisos. Si, si, de dos pisos – uno encastra perfectamente con el otro – ya está preparada: en la parte de abajo los spaguetti y en la de arriba un trozo de paleta jugosa, tierna y mechada, inunda el ambiente con perfume a tuco caserito. Más vale que no falte el pan.

María baja corriendo las escaleras. Está en la terraza cosiendo los sweaters que tiene que entregar a la tarde. Es verano y son de hilo peruano, igualmente pesan sobre la falda y hacen que le transpiren los muslos debajo del vestido gastado, ese que usa para trabajar. Tiene que terminar una partida de esos que, además, son bordados, los de rositas rococó, pero esas, las borda por la noche, mientras en la tele pasan los capítulos de Rolando Rivas taxista.

-          Ma, te acompaño

-          Apurate, sabés que tu papá quiere la comida a las 12, si no nos encuentra se pone nervioso

-          Voy, voy, esperame eh.

-          Mirá que voy corriendo, se hace tarde.

Cuando las dos iban cruzando, ya llegando a la esquina de 3 de Febrero y Vieytes, empezó a sonar la sirena del Astillero. Una sirena punzante, aguda, ensordecedora. Dos veces por día: a las 12 en punto y a las 17, a la hora de volver a casa, a la hora de que el mate esté listo, en punto, ni un minuto más, ni uno menos.

-          Corré, corré, viste ya tocó la sirena, tu papá me mata

-          Falta poco ma, una cuadra, ya llegamos

La reja que divide el astillero de la calle empedrada no se abre a esa hora. Detrás de ella, como si fuesen presos que esperan a sus visitas, una veintena de obreros estiran sus brazos en busca de la vianda que contiene el bien preciado: el almuerzo. Jamás un sándwich, ni una hamburguesa, ni una barrita de cereal con una gaseosa, ni un alfajor comprado a las corridas con un café frío del barde la esquina, ni dos galletas de arroz con queso de máquina y agua mineral, ni…Siempre el almuerzo que ellas, sus esposas, madres, novias, les alcanzaban a ellos: los obreros del Astillero.

María nunca dijo: “yo también trabajo, por qué tengo que correr”, no faltó jamás a esa cita que durante años - hasta que cambió de domicilio y lo mudaron a Puerto Madero – la convocó diariamente a sus deberes maritales.

María corría porque sus almuerzos, hechos con toda la dedicación de esta tierra, se enfriaban y seguramente se irían a deslucir.

Corría 1970, y el Riachuelo, en ese sector,  se inundaba de barcos nuevos prontos a ser botados y partir. Desde casa, se oían los ruidos a chapa golpeada duramente para ser convertida en partes curvas, planas y demases.  Los soldadores chisporroteaban al unísono encegueciendo a quienes estuviesen mirando ese espectáculo. Las chimeneas de otros barcos que iban y venían por el río se veían desde la terraza. El país crecía…y yo también.

Un abrazote a todos los que lleguen a leer por aquí. Rosana

miércoles, 16 de marzo de 2022

Contando las semanas con Sindel - por Rosana

 Continuamos acompañando a SINDEL mientras sigue contando las semanas. Entramos a la semana 11.

Esta semana la palabra es PIEDRA. Allá vamos.






Yo  te pregunto seriamente: ¿ te pusiste alguna vez a observar una piedra,  o tal vez varias?. Viste que las piedras sirven a la naturaleza como la paleta al pintor ¿No lo notaste? Depende de a  dónde vayas las hay de cientos de formas y colores, todas se tiñen por el contenido del mineral del cual están hechas. Mirarlas fijo e intentar que me queden lastimando los ojos, es uno de mis entretenimientos preferidos ¿El tuyo cuál es? ¿Tenés entretenimiento? 
Cuando llueve, lindo y parejo, las que están en casa, que siempre son grises, se ponen verdes, verdes como vos me ponés a mí. No  me mires así, así como si no entendieras. 
Las del norte, en cambio, recorren toda la paleta de los púrpura. Pasan de un rosa pálido, al magenta, de este al rojo vivo, y de golpe, salta una franja que emana azufre por todos lados y te encandila el amarillo. Si, Si, rojo púrpura dije, como debe estar mi cara ahora. 
¿Qué qué me pasa? No  sé, fijate, a mi edad me cansa un poco andar explicando lo que ya sabés de memoria. Estaba en el temita de las piedras, pero tu cara de nada, tus respuestas de nada, la nada misma de tu comportamiento me sacan de eje y entonces pienso que los hombres, hemos tomado a las palabras y las hemos adaptado a cada ocasión que se nos presenta, depende lo que necesitemos y lo que se nos antoja decir: duro como piedra; fuerte como piedra; el que esté libre de pecado que tire la primer piedra… cara de piedra. ¡Esta, esta es la que me sirve hoy!. Exactamente: ¡Cara de piedra! ¿ Qué te parece? ¿No querés decirme nada? ¿Hiciste un pacto con el silencio? Vos sabés muy bien que yo aunque nada me digas, adivino cómo es la cosa y te saco la ficha en dos segundos. ¿Qué te disculpe? ¿Qué te olvidaste? ¿Qué perdón pero no podés seguir el ritmo que tengo y que te parece exagerada mi reacción? ¿Qué soy demasiado fanática por cómo encaro las cosas que hago y entonces que disculpe si vos no podés seguirme?
Hay otro dicho por ahí que dice que Dios castiga sin piedra y sin palo…ese debe ser para mí que no aprendo más, que voy a cumplir los años que voy a cumplir y me siguen pasando las mismas cosas que me pasaban a los quince, a los veinticinco, a los treinta y ocho, a los…cincuenta y nueve y lo único que hice en la vida es llenar mi vida de piedras. Si, así como escuchás. Y no me vengas con la empatía y que no puedo pensar si el otro podrá hacer lo que yo quiero, porque no era algo que yo quería, era algo que planeamos de a dos, que soñamos de a dos, que pensamos que sería algo divertido y bueno, pero para dos. Las frases hechas con las que andás hablando por ahí…conmigo eso no. Porque como decía mi viejo: “Yo ya hice el servicio militar como tres veces”. Entiendo al dedillo cada una de las frases que practicas en el espejo para convencer ovejas, pero sabés que si hay algo que manejo a la perfección es el lenguaje y las frases retorcidas que utilizás para excusarte, que dicho sea de paso, en lugar de perder el tiempo excusándote, podrías estar utilizándolo en lo que te comprometiste a hacer conmigo. Cara de piedra. Ese, ese es el que mejor te va.

martes, 15 de marzo de 2022

Como granos de sal ( Por Silvy Olivieri)

 
















Otra vez se me hizo tarde, maldito banco, no sé para qué dan turno si después te atienden a cualquier hora. Aunque desde hace un tiempo a esta parte creo que las horas tienen menos de 60 minutos. El día se me desarma antes de que lo pueda organizar… ¡Y el agua que no hierve! ¿Por qué me comprometo a estar a la una si nunca llego? Podría suspender el turno, pero hace un mes me lo dieron. Mi boca ya parece la cara de la luna, llena de cráteres inmorales. No, mejor dicho inmolares jaja.

De qué me río. Mi semana se convirtió en una sucesión de turnos interminables. ¡Me cansa tanto correr contra el reloj! Nunca lo alcanzo. Como cuando la profe nos hacía las pruebas de resistencia en la escuela. Correr 20 minutos seguidos. Ahí sí que el muy desgraciado caminaba lento. Esos minutos duraba una eternidad. El corazón se me salía de la boca. Qué ironía, ahora necesitaría un corazón en la boca para tapar todos estos agujeros.

¡Y dale! ¡Herví de una vez! Bueno, echo el arroz así de una, se va a cocinar igual.  Podrían hacerse más rápido, pero para eso no hay fórmula. Menos mal que no compré el arroz doble gallo que tarda más e igual queda medio duro.

¿Habrán usado ese en la escuela? ¿O eran granos de sal gruesa? ¡Dios! Me acuerdo y no puedo creer que eso hubiera pasado en  los 70`; porque no fue en la edad media, fue apenas hace 45 años. 

Este arroz no se cocina más, y las malditas agujas avanzan más rápido cada vez. Y necesito tapar los agujeros de mi boca. Tal vez los tengo por bocona. Eso me hubiesen dicho en aquel entonces, por eso terminaba siempre en el banquito de castigo junto con Emilce. No podíamos dejar de hablar.

¿Habrá sido arroz Gallo el que usó la monja? No  recuerdo si ya existía. Sí recuerdo esa mujer sin sonrisa, con permanente rictus amargo en su cara. Le brotaba odio de sus ojos cuando alguna de nosotras no hacía lo que ella quería. Pequeños monstruos de 8 años que le arruinábamos el ritmo de sus clases con una risa o una palabra de más. Entonces, ella tomaba de una oreja a la delincuente de uniforme azul y la obligaba a arrodillarse en ese cajoncito lleno de arroz (¿o era sal gruesa?) El aula se llenaba de un silencio denso, lleno de burlas de algunas, miradas de pánico de otras y, lo más triste, el gesto de humillación de esa víctima arrodillada por haber pedido un lápiz.

No sé para quién era la caridad que decía profesar. Tal vez les regalaban el arroz y por eso lo usaban como elemento de tortura. Tal vez ni sabía por qué se había vestido de negro y colgado una enorme cruz de madera en su pecho.

Yo le tenía miedo. Todas le teníamos miedo. Me acuerdo la cachetada que recibí por haber hecho mal una puntada del bordado. La vergüenza convertida en lágrimas corriendo por mis mejillas. El fuego que subía desde mi integridad y se chocaba con la niñez que no dejaba salir el improperio que se tenía bien merecido. No puedo recordar nada bueno de mi tercer grado, solo esa mirada fría, la sensación de sentirme una delincuente en todo momento. Aferraba mi pensamiento tan fuerte porque temía que ella los escuchara y yo no quería clavarme los granos en las rodillas. Bastante duro era ese banquito pequeño en el que me hacía sentar por hablar con Emi, copiar en mi cuaderno sobre mi regazo era una pelea en donde la cursiva perdía contra mi equilibrio

¡Maldito reloj! ¡Dejá de correr un poco que no llego y si no como algo me desmayo. Como casi me desmayo de bronca ese día cuando le conté a mi mamá sobre la cachetada y no le dio importancia.

¿Le eché sal al agua? ¡No puedo creer que pudiera poner estos granos también! ¡Hay que ser poco monja para eso! Sal amarga le correría por las venas. Éramos tan chiquitas como para merecer semejante castigo. Éramos la sal de la vida, tal vez por eso nos doblegaba.

Bueno, me lo como así, medio crudo. Tiene poca sal, no le puse la suficiente.  Mejor, mucha sal hace mal para la presión… y para las rodillas.

domingo, 13 de marzo de 2022

Desayunos Artesanos, volumen II

 

Desayunos Artesanos - Día II

Muy buenos días tengan queridísimos blogger@s

Han pasado quince días desde nuestro primer desafío. Nos encantaría que en algún momento nos cuenten qué les pareció y cómo les fue con la propuesta




Vamos a presentar la propuesta que nos convoca esta vez

Esta vez elegimos "Un cuento chino", la película argentina ganadora de los premios Goya 2012 a la mejor producción iberoamericana, que relata la vida de Roberto.

 Roberto (Ricardo Darín) es un malhumorado ferretero argentino, quien tiene un frío contacto con el mundo que lo rodea. Lleva a cabo una vida monótona y pasa el día coleccionando noticias insólitas del mundo publicadas en los diarios, contando los tornillos que compra para comprobar la cantidad y visitando a sus padres en el cementerio. Cada tanto recibe la visita de Mari (Muriel Santa Ana), una dulce mujer que vive en el campo, enamorada de él, y con quien tuvo una relación amorosa fugaz en el pasado.

Roberto es una especie de misántropo - un ser que no siente aversión por un grupo específico de personas, por amplio que sea, sino por todo el colectivo de personas humanas en general, incluyendo a los individuos que no se conoce y que no se va a conocer. 

Las vueltas de la vida hicieron que la rutinaria vida de Roberto fuese invadida por la llegada de un desorientado chino que altera totalmente sus hábitos y costumbres, pero que fue víctima de una situación muy particular

Podrán ver aquí una de las escenas más tragicómicas que tiene la película, tal vez muy, pero muy catártica para muchos de nosotros los argentinos que vivimos en continua tensión, saturados por las injusticias sociales, económicas y culturales que acontecen diariamente


                                  Un cuento chino - Cliente insoportable


Los invitamos, ahora que tal vez dejaron de reírse  o de recordar alguna situación similar, a desplegar toda su imaginación, pero esta vez, pudiendo también hacer catarsis aquí, con nosotr@s.

:

  • Deberán realizar un escrito de máximo 300 palabras, en el que incluyan alguna frase dicha por Roberto, o alguna situación en donde la tensión los haya hecho cruzar el límite, o tal vez simplemente hacer catarsis.
  • Una vez escrito y publicado en vuestro blog, deberán dejarnos el link en los comentarios de esta entrada. 
  • Solicitamos que por favor,  incluyan la   imagen que es el símbolo de estos desafíos quincenales y linkearla, así cada vez tendremos más participantes.
  • No te olvides de enviarlo antes del sábado 26/03/2022, porque luego publicaremos el nuevo desafío.
Aquí va el primer escrito, que llegó de la pluma de Susana

     Había que poner a punto el lugar porque iban a reinaugurar. Limpiar ventanales, pisos, colgar cuadros, adornos. Agujerear paredes para poner luces, estantes. Era agotador. Todos estaban agotados, pero ella estaba desde la mañana y la mañana anterior y la anterior trabajando para llegar a tiempo. Había que pasar ese día y ya llegaba el momento. El gran día tan esperado de la inauguración.

     Se hizo de noche entre preparativo y preparativo y pensaba: “Ya casi termino y me voy a casa a descansar. Mañana es el gran día” Nada podía pasar, nada podía arruinar la salida de aquel lugar que ya estaba listísimo para reabrir.

     Estaban saliendo cuando él le preguntó:” ¿y las llaves?”. “En el llavero” respondió ella y salió delante de él. Sus hermanos habían salido antes y esperaban en el porche. Había que cerrar la puerta principal y con esa misma llave abrir la puerta de reja que les permitía salir, subir a la camioneta e ir a casa a descansar después de tanto trabajo y tanto estrés de preparativo durante toda la semana. Ya acariciaba el momento de salir, subir y suspirar en el viaje de vuelta para dormir y recuperar fuerzas y energías cuando sintió al unísono el clac de la cerradura y la mano extendida de su esposo que le pedía la llave con su mano extendida.

     Ella estiró su mano, fue una milésima de segundos y todo se oyó al mismo tiempo “Dame la llave, clac, no cierres la…puerta” la palabra puerta cayó justo sobre el clac que hizo la cerradura al trabar.

     “NOOOOO” dijeron los tres mirándolo a él que quedó con la mano extendida esperando una llave que no podía llegar porque había quedado adentro.

     No había forma de acceder a la casa. No había ventana sin rejas, no había puerta de emergencia, ni de atrás. No había acceso.

- ¡Sos un pelotudo!

- ................(silencio)....

-¿ Y cómo sé que sos un pelotudo?, PORQUE TENÉS CARA DE PELOTUDO,

 Eso fue lo único que pudo decir cuando él le preguntaba por qué me miras así. Y allí se sentaron a mirar cómo podían resolver tan infame momento, tan terrible situación. 

¿Cómo lo resolvieron? Eso es  harina de otro costal. Quizá en el próximo relato se los cuente…


Esperamos ansiosas vuestras CATARSIS, para leerl@s, compartir y seguir sumando momentos agradables junto a ustedes. 

Uno entre miles. (Por Patricia F.)

  Este jueves la propuesta vuelve de la mano de Neogéminis.  Mónica nos desafía a escribir un relato titulado: 1 entre 1000, después de much...