sábado, 11 de diciembre de 2021

UN CUENTO DE NAVIDAD: RECUERDOS ( por Patricia F.)

Nos unimos a la propuesta de EL TINTERO DE ORO, quien nos invita a escribir un cuento de Navidad. Agradecemos muchísimo la propuesta. 

Imagen captura del blog "El Tintero de Oro"

Un cuento de navidad: Recuerdos (por Patricia) 

Abrí mis ojos después de un largo y oscuro sueño, en otra silenciosa oscuridad, ¿dónde me encontraba?, no podía saberlo... 

El mundo se había esfumado a mi alrededor, los sonidos, los colores también; me sentía preso dentro de algo asfixiante.  Un cubo, una caja, un tiempo sin pasado, ni presente, ¿sin futuro siquiera? 

Las preguntas se agolpaban en mi mente: ¿dónde estaba?, ¿cuánto tiempo llevaba así? - Silencio, silencio y más SILENCIOOO.  Absolutamente inmóvil, era como si ese cuerpo ya no fuese mío, aunque hubiera querido gritar ni un sonido salía de mi boca sellada por el tiempo. 

Traté de pensar en otras épocas, en la vida ya vivida, recordar tiempos felices y no pensar en nada más, no podía hacer otra cosa. 

Hubo un tiempo no muy lejano, donde la familia se reunía, la casa decorada con guirnaldas y luces de colores, el árbol navideño en un lugar preferencial cargado de adornos y alegría, enmarcando un tierno pesebre.  La mesa larga cubierta con el mantel  bordado por la abuela, mientras sus hijas y nueras iban colocando fuentes repletas de comida, la vajilla especial para la ocasión. En torno a esa mesa se sentaba toda la familia, en una punta, los niños todos juntos, aunque casi no comían esperando ansiosos la llegada de Papá Noel, corriendo, gritando, llenando la casa de felicidad. 

Eran fechas donde se olvidaban los problemas y las discusiones, la alegría inundaba cada ambiente, yo desde mi lugar especial, observaba con la alegría que significaba que todos estuvieran allí.  Sonaba la música, villancicos, valses vieneses, después de las doce y el brindis, música para bailar. Cerca de la medianoche, los niños corrían al patio con la abuela y alguna tía a girar estrellitas e intentar ver llegar a Santa con su bolsa cargada de paquetes, su trineo y los renos.  Si algún tío se animaba, allí entraba disfrazado repartiendo regalos a los asombrados pequeños, que con sus ojos bien abiertos trataban de adivinar si era el verdadero. Bien pronto se olvidaban sus dudas ante los grandes moños, papeles de regalos quedaban desparramados por el piso, muñecas, autitos, pelotas, espadas comenzaban a desfilar por la casa. 

El brindis, los buenos deseos, el pan dulce casero, turrones, nueces, pasas de uva, todo era un placer en cada navidad. 

Ahora, en la oscuridad que me encontraba, sólo pensaba si ese recuerdo era un sueño, seguía sin comprender y preguntándome ¿cuánto tiempo había pasado allí? 

Deseaba abrir ese ataúd, salir de esa espera incomprensible; ¿dónde estaba la familia, mi familia y por qué no me sacaba de allí?... Desesperadamente sólo, angustiado en esa eterna noche. 

Unas horas, días o tal vez años después, sentí que unas cálidas manos me sacaban de mi letargo, me limpiaban y acomodaban abriendo nuevamente mis ramas, que de a poco se fueron llenando de colores y formas, viejos adornos, que como yo guardaban la historia familiar y los recién comprados (anunciando la nueva vida, el futuro) comenzaron a cubrirme; en uno de esos nuevos rostros que me observaban con amor e ilusión descubrí a una de las niñas de antaño en el cuerpo de una joven mujer; en sus ojos había lágrimas de emoción, muchos familiares ya no estaban, la abuela mi dueña, contemplaba la escena desde una bella fotografía. 

El tiempo pasa, nada es eterno, las familias, sus historias y tradiciones cambian, sólo quedan recuerdos, una foto y tal vez si alguien se anima a desempolvar el viejo árbol por una vez, a pesar del tiempo y las ausencias, la navidad con su renovada esperanza seguirá llegando. 

 

 

jueves, 9 de diciembre de 2021

 "Yo no fui, pero a quién le importa" 

(Por Rosana)

Otra vez me uno a la propuesta de los jueves. Lo leí en lo de Campirella, pero la que convocó fue Miriam, a quien agradezco fervientemente porque para poder escribir, tuve que investigar y esto me encanta. 


Extraída de la web


Es lógico que nadie me crea, qué es lo que estoy pretendiendo. Realmente no medí las consecuencias, no imaginé que mirar fijamente los barrotes de la celda me iba a quitar el aire, me sofocaría. No puedo imaginar un buen fin, aunque paradójicamente sólo quería tener el título que tanto iba a costarme y que ahora jamás obtendré. ¿Para qué quiere uno un título encerrado aquí vaya a saber cuánto tiempo?

Juro que sólo quería graduarme, escribir mi tesis y que fuera perfecta, la mejor de todas, digna de ser publicada, enmarcada, que pudiera ser dejada en herencia a mis sucesores. Mi pecado fue el delirio de grandeza, la obstinación ridícula de lograr el mejor trabajo, premiado y alabado por nada, mi empeño por ganar siempre, como sea, esa necesidad absurda de competir con quien sea y por lo que sea y no tolerar perder, ser derrotado, terminó por quitarme la libertad.

Si la vida me diera una oportunidad, una sola. No sé para qué gasto pensamientos en lo que sé que va a resultar imposible, pero si me la diera…

La noticia de que el manuscrito iba a ingresar al Museo se filtró en febrero del año pasado. Filtrar es una manera de decir, a mi tenían que decírmelo. Manejo las llaves de las entradas de servicio y si yo no estoy es muy difícil que nada pueda concretarse. Veinte años hace que me dedico a lo mismo: guardo y cuido las llaves de las puertas por donde entran las piezas que se muestran por un tiempo y luego siguen su rumbo hacia otros museos para ser apreciadas por todo el mundo. Me dicen que va a llegar una pieza, pero no me dan muchos detalles, tengo que estar ahí y listo, es mi obligación. Que se trataba de un manuscrito lo escuché sin querer.

Decidí estudiar bibliotecología hace unos años. Me habían advertido que no era una carrera fácil, pero siempre hago lo contrario de lo que me aconsejan. Cansado de abrir y cerrar puertas, de recibir turistas, poner cara de que soy la persona más feliz haciendo esto, ya me tenía cansado, así que emprendí la aventura de estudiar. Los libros fueron siempre para mi un oasis en donde refugiarme y aposté a ser bibliotecario. Solamente me faltaba la tésis final y tomé la decisión de que sea sobre manuscritos.

La llegada de esa pieza única sería el jueves 19 de marzo. Ya las calles habían comenzado a vaciarse.  La notica de una pandemia por COVID19 había ganado el protagonismo, y antes de que el día después se decretase la cuarentena estricta, la gente ya se había comenzado a confinar por si misma. El director del Museo – única persona que posee la llave de la caja fuerte – sufre de problemas cardíacos, con lo cual el pánico se apoderó de él y juró que no iba a pisar más la calle hasta que el virus desapareciera. Así que ese día, me entregó la llave de la caja fuerte. Hubiese puesto las manos en el fuego por mi, su confianza era ciega, hacía veinte años que nos veíamos y nos tratábamos diariamente.

El manuscrito incaico llegó de Perú el día que tenía que llegar. Lo recibí impresionadísimo, el corazón me estallaba de emoción con sólo pensar que mi tesis sería maravillosamente única e irrepetible. Tenían que entrarlo, colocarlo en la sala dedicada a piezas únicas latinoamericanas, en una vitrina diseñada especialmente para estos fines, pero no, les dije que me lo dieran, que yo me iba a ocupar, que se fuesen tranquilos y como todos los planetas estaban alineados a mi favor, no opusieron ninguna resistencia y me lo dieron.

Estábamos solos ahí los dos frente a frente: el manuscrito y yo. Ese pergamino arrugado, que contenía bosquejos de la monarquía peruana, trazados con una meticulosa caligrafía, estaba delante de mí. Pude fotografiarlo al derecho y al revés, pero como la ambición me carcomía, no conforme con las fotografías, por las dudas de que algo me faltase, decidí guardarlo en la caja fuerte.

Al otro día se decretó la cuarentena estricta y se cancelaron los vuelos hacia todos lados, así que la reliquia pasó unas hermosas vacaciones guardado bajo varias llaves hasta próximo aviso.

Y así como empezó, terminó, tardó pero terminó. La pandemia no, no, obviamente todos lo saben, pero las visitas al museo comenzaron ya no recuerdo cuándo y el peligro en las calles también volvió a ser el protagonista.

Casi todos tuvimos que volver a trabajar en forma presencial, hasta los ladrones. Fue así que una tarde en la que ya no había casi restricciones, llegó un contingente de turistas chilenos. Desconocía que el famoso manuscrito había sido robado por ellos en 1879 durante la ocupación chilena a Lima. Recibí a los visitantes con total amabilidad como siempre, no me percaté de que tres de ellos tenían las manos en los bolsillos. Siempre me ocupé de observar que la gente no rompiese nada, que todo se mantuviese en perfectas condiciones, pero ni sospeché que los tres apuntarían a mi cabeza obligándome a confesar que lo que buscaban estaba en la caja fuerte.

Dos me escoltaron hasta ahí, mientras el tercero apuntaba al resto de la gente para que se alejara y nos dejase pasar.

Mientras intentaba recordar la clave de la caja, no sé cómo hice pero de un codazo logré que uno de ellos tirara el arma al piso, pude agarrarla, sólo iba a amenazarlo, pero se disparó. Se disparó y le disparé, y cayó como plomo al piso.

Para qué continuar explicando. Nadie me creyó ni va a creerme jamás. El presidente del museo había contraído COVID y había muerto hacía dos meses sin declarar jamás que me entregó las llaves. Mi teléfono estaba plagado de fotografías del manuscrito. Prueba más que feaciente para hundirme de por vida. Adentro del recinto en donde está la caja, éramos solo ellos dos y yo, uno estaba muerto y el otro jamás confesará que ellos me atacaron, que querían llevarse otra vez lo que se habían robado hacía casi dos siglos.

Yo  sólo quería lograr mi tesis perfecta y acabé aquí, preso de mis ridículas ambiciones.

miércoles, 8 de diciembre de 2021


 Hoy llegamos a los 35 seguidores y estamos 
MUY FELICES. 

Por Sugerencia de MUCHA, del Blog "RECOMENZAR", vamos a quitarnos el velo que nos tapó hasta ahora y procedemos a descubrirnos. 

Estas somos las "Artesanas de la Palabra" y queremos compartir con ustedes nuestros rostros y nuestra alegría porque forman parte de este universo de palabras que nos nutre diariamente. Nos encanta visitarlos y por supuesto que nos visiten. Encontrar cada día vuestros comentarios y aportes, nos hace sentir importantes, parte de un mundo que a pesar de estar detrás de una pantalla, es tan cercano porque nos hermana el amor por la comunicación y las letras.

¡GRACIAS TOTALES!


De arriba para abajo: Patricia, Rosana y Silvia

domingo, 5 de diciembre de 2021

Una laguna llamada Chascomús (Patricia F.)

 Una laguna llamada Chascomús (por Patricia F.) 

Sábado diferente, decidimos llevar a un amigo que está de paso por Buenos Aires, a conocer esta bella e inmensa Laguna de nuestra Región Pampeana, que con sus 3000 hectáreas parece un mar en miniatura en plena llanura. 

 

 

Dimos toda la vuelta disfrutando del paisaje, gente paseando o tomando mate en sus orillas, algunos pescando, esperando atrapar algún pejerrey, otros practicando algún deporte náutico o terrestre. 

 

La flora y fauna es hermosa, un regalo a la vista, cormoranes o biguá también intentando atrapar pececitos, laboriosas abejas en las hermosas flores de cardos, horneros, zorzales, palomas y muchos más. 

 

(Todos los biguás alineados en los restos de un viejo muelle)  


Hermoso día hoy para recorrerla, fresco y con poco sol, de mis preferidos, últimamente no me gustan los tumultos de gente, así que un día como este, fue ideal para que haya pocos paseanderos de fin de semana por el centro. 

Hermosas las plazas con sus jacarandás cubriendo el suelo con una alfombra de flores, los ceibos y sus rojas flores, decididamente un contraste increíble, rosales, clivias, todo muy cuidado, un placer de sábado... 

 

 

Uno entre miles. (Por Patricia F.)

  Este jueves la propuesta vuelve de la mano de Neogéminis.  Mónica nos desafía a escribir un relato titulado: 1 entre 1000, después de much...