Me sumo nuevamente al nuevo concurso del Tintero de Oro, donde hay que escribir una historia cuyo protagonista sea un detective privado, en mi caso se trata de una detective privada.
882 palabras.
SIMPLEMENTE JULIA. (Por Patricia F.)
Cuando Julia Mc Kensie arribó a Argentina, nadie imaginaba qué ideas traía entre manos esa delgada muchacha de cabellos claros, que ocultaba sus deslumbrantes ojos azules detrás de unas enormes gafas. Perfecta hispanoparlante, gracias a que su madre era argentina, ningún acento denunciaba su origen estadounidense, pasajera común cargando entre su equipaje un par de libros de gastronomía; su cuchillo de chef, su pimentero de madera y bronce y una hermosa cámara fotográfica.
Consultaba permanentemente su reloj, esperando la combinación del vuelo que la llevaría al sur, a la Patagonia, puesto que ese mismo día debía presentarse en el hotel “cinco estrellas”, que la había contratado como chef ejecutiva.
Al llegar al Calafate, previo paso por el baño del aeropuerto, entró rubia y salió morocha de ojos pardos, sin sus anteojos, después de todo las lentes de contacto y las nuevas tinturas en aerosol hacen maravillas, permiten cambiar el tono en un santiamén.
Guardó su pasaporte estadounidense en el compartimiento secreto de su voluminoso libro de cocina y sacó el argentino, ahora Julia González, llevaba el apellido de su madre. Salió al encuentro del chofer que la llevaría a su nuevo trabajo.
Una vez instalada en su habitación y acomodados sus efectos personales, se cambió la ropa, revisó su aspecto, el look morocho de su mamá le sentaba bien; salió al encuentro de su “jefe”, quién por lo que tenía entendido era un mujeriego empedernido y casi todas las empleadas del hotel habían pasado por su cama... - “Mejor así” (pensó), más fácil de engatusar y lograr la información que necesito.
Sospechaba que él era el cabecilla de la banda de traficantes de fósiles que ella debía investigar, sus contactos en Nueva York, la forma en que logran sacarlos de Argentina e introducirlos en Estados Unidos sin ser descubiertos.
Dicen que es un tipo peligroso, esos son su especialidad, no en vano su “cuchillo de chef” está permanentemente bien afilado al punto de cortar una hoja de papel con la perfección de una katana, sabe cómo usarlo y no dudaría en hacerlo de ser necesario.
Salió con decisión al pasillo, en la toilette del aeropuerto quedó la poco agraciada muchacha rubia dando lugar a esta bella morocha, decidida a terminar con este comercio ilegal; acariciaba el estuche de su cuchillo, su mano derecha, no levantaba sospechas, es normal que un cocinero lleve siempre su herramienta de trabajo...
- Adelante, pase usted señorita González, bienvenida, soy Juan Carlos Lago, pero puede llamarme Carlos, gerente general del hotel; le extendió su mano, la invitó a sentarse y le ofreció un trago.
- Gracias, solo café, no tomo alcohol en horas de trabajo, contestó ella mientras colocaba un micrófono debajo de una lámpara del escritorio, aprovechando que él estaba disponiendo las bebidas.
Mientras la ponía al tanto del trabajo, Julia aprovechaba a observar a este hombre y escudriñar su personalidad y cuán peligroso podría ser bajo esa aparente amabilidad. Luego la llevó a recorrer las instalaciones del hotel y conocer al personal de cocina bajo sus órdenes.
Después de varios días de trabajar en la cocina, diseñar nuevos menúes y ganarse la confianza de su jefe (quién la miraba cada vez más con ojos de satisfacción) mientras recibía los informes vía satelital del micrófono oculto, retransmitidos desde la oficina del Nueva York. Todo en calma y sin novedades, hasta que un día al cabo de un mes, llega el informe de que varias piezas paleontológicas iban a llegar en un cargamento de vino destinado a la bodega del hotel; varias cajas fueron desviadas a la oficina del señor Lago, mientras el resto fue directo a la cava.
-Allí deben estar escondidas, pensó ella.
Esa misma noche, aprovechando que el gerente estaba pasando un momento de placer junto a una de sus amantes de turno, Julia, usando una copia de la llave de la oficina de la gerencia, entró y revisó con cuidado una de las cajas.
¡Bingo!, pensó un reluciente colmillo y varias piezas dentarias más junto con algunos pequeños huesos, asomaron; según decía el pequeño informe que los acompañaba: piezas del Llukalkan (término mapuche) aliocranianus, cuyo significado es “el que causa miedo”, un reciente hallazgo científico; 80 millones de años atrás este dinosaurio se paseaba por estas tierras, un tesoro muy valioso para la ciencia y sin dudas mucho dinero para los traficantes.
Gracias al pequeño micrófono supo que las cajas partirían en un vuelo clandestino, comandado por un piloto de origen americano que se hospedaba hace varios días en el hotel, la única pista cercana era la del El Chaltén, de ripio, donde operan aviones pequeños, biplaza y cuatriplaza, el lugar ideal para el despegue, de allí despegaría, bajaría en una pista clandestina a cargar combustible y luego cruzaría a Bolivia, donde lo esperarían para continuar con el traslado de la mercadería, siempre volando bajo para no ser detectado por los radares.
Alertada gendarmería, llego al sitio de despegue, el piloto metió demasiada potencia de golpe, lo que hizo que la hélice chupara demasiadas piedras rompiéndola, debiendo así abortar el vuelo, hay que ser conocedor de ese tipo de terreno y cómo operar una aeronave allí...
Todo terminó señor Lago, su pequeña red fue descubierta, por ¿una simple cocinera?, no, es Julia Mc Kensie, “detective y chef” ...