sábado, 9 de julio de 2022

 

Hola amig@s. Motivada por la propuesta juevera de "LAZOS Y RAÍCES", me lancé sobre el teclado y descargué mi hartazgo sobre él, así que agradezco muchísimo la iniciativa, resultó altamente catártica.



Zorras, Ellas

Sigiloso y casi con ternura, todas las tardes que puedo verlo - porque sé que cuando no lo veo también concurre a la cita - se adentra el zorro a mi terreno.

Camina despacio, olfatea y hociquea cuanto ve...parece que lentamente va tocando apenas con las almohadillas de sus patas, cada piedra. Espera atento, mira hacia un costado y el otro y tiene la esperanza de que en algún rincón me haya olvidado un trozo de lo que sea. Me enternece y me deja pensativa: cualquier cosa va a venirle bien, tal cual como a las Zorras, esas que cada día, cada mañana, cada tarde, comparten conmigo el espacio laboral. ¿ Agresivo? ¿Sienten acaso que lo mío es agresivo? ¿Resulta muy directo este discurso que en realidad guarda montones de desilusiones todas amontonadas en el fondo del alma?

Zorras, las hay de todos los tonos: rubias, morochas, pelirrojas y hasta aquellas que esconden debajo del velo su color de cabello. Zorras...se agazapan, se entremezclan con la gente humilde y franca, entre  aquellos que no saben ocultar sus sentimientos, aquellos a los que nos resulta dificilísimo ocultar tanto la profunda alegría como el asco, o como el tedioso aburrimiento, o la desilusión vestida de dama.

Zorras, están ahí, al acecho, esperando que les des lo que sea: ayuda, dinero, trabajo ya planificado, una mano para controlar lo que se complica, o quedar perfectamente paradas cuando doblaste tu lomo para lograr un objetivo, pero con la excusa del trabajo en equipo debes poner su nombre, aún cuando su mejor aparición, es personificando a un fantasma.

Zorras y mediocres y debo pedir disculpas al cuadrúpedo tierno que me visita y me deja disfrutar de su pelaje camuflado,  paseando por mi tierra, en busca de algo para sus cachorros y desconoce que tal vez, se llevará mis sandalias de cuero a su madriguera...pues desconoce que son de un humano que olvidó guardarlas y no sabe distinguir entre lo suyo o mío...Zorras, ellas saben bien de quiénes son las pertenencias.

viernes, 8 de julio de 2022

Olor a invierno (Por Patricia F)

Olor a invierno. (Por Patricia F)

 




¿A qué huele el invierno? … ¿Alguna vez alguien se lo ha preguntado? 

Muchos lo odian, y no es para menos, la época quizá más dura del año, a mí me gusta porque huele a recuerdos. 

A la calidez del sol al mediodía, a atardeceres carmesí, muy rojos como la sangre que corre por las venas. 

Huele a mandarinas, dulces, en plena temporada. Así recuerdo el árbol repleto de frutos en casa de mi abuela, que en esas soleadas tardes de invierno juntábamos algunas, para después comerlas sentados al sol, las manos perfumadas por ese exquisito aroma. 








La calidez del sol en ese instante, la llevo grabada en mi alma, por eso cada tarde de sol invernal me lo recuerda, ese tibio abrigo al que muchos llaman “el poncho de los pobres”, es justamente eso “abrigo” que hoy en ese recuerdo se transforma en aceptación y cariño hacia la estación del año que la mayoría detesta. 

El aroma a budín de pan con caramelo que hacía mi madre para acompañar el mate, que sabía a gloria y nunca pude imitar o el de las tostadas con manteca y azúcar para merendar, después de jugar al aire libre, a pesar del frío, corriendo felices, en esa infancia humilde pero llena de amor. 

Los recuerdos me reconfortan, el invierno tibio al sol, el aroma a budín de mandarinas, saliendo del horno, todo me retrotrae a esos años, donde las preocupaciones eran sólo los juegos, aún el mundo para nosotros no era un problema que hay que enfrentar cada día. 





 



Con plumín y tinta china, hacía mucho no dibujaba, salió del recuerdo, el mandarino de mi nonna. Patricia F.


Uno entre miles. (Por Patricia F.)

  Este jueves la propuesta vuelve de la mano de Neogéminis.  Mónica nos desafía a escribir un relato titulado: 1 entre 1000, después de much...