martes, 17 de enero de 2023

La Inundación

 Por este lugar del Planeta, estamos en pleno verano y tenemos más tiempo para explayarnos y escribir, entonces, me decidí a participar en un desafío de escritura y este es mi primer logro de esa experiencia.


Isla Maciel - Avellaneda - Buenos Aires, Argentina. Una imagen de una inundación cualquiera


La Inundación - Por Rosana


Octubre siempre fue traicionero: por un lado hermoso, cálido, lleno de flores; mi jardín también era el más lindo, le habíamos puesto muchas  azaleas, pero  a pesar de que el sol ya se iba incrustando despacio en la piel y en las habitaciones, la sudestada podía borrar todo atisbo de felicidad, a pesar de que mi casa era la más alta del barrio.

Ya habíamos comprado todo para vender en Navidad. El galponcito estaba lleno de sidras, duraznos al natural y otros enlatados que sabíamos que iban a venderse. Así eran nuestras primaveras, siempre oliendo a esperanza de vender en Noche Buena y hacer alguna diferencia que nos permitiera ahorrar algo

Ese día las zanjas se estaban llenando un poco más que de costumbre: hay sudestada - me dijo mi marido. Llamé inmediatamente a mi madre, sabía que su casa jamás se salvaba de bañarse entera del agua del río que se iría desbordando. Me dijo que ya   estaba embalando las piezas del juego de copas para colocarlas  en los fuentones de zinc.  Ya está en el patio, me contestó. Tu papá ya subió la heladera a los cajones…está por entrar a la cocina.  Yo podía ver la escena porque la había vivido y en cierto modo sentía un alivio importante, porque esta vez sólo lo imaginaba.

Al otro día,  mi marido salió  a trabajar.  Me quede´ durmiendo. Mi hijo también dormía.

Escuché un golpe fuerte y seco en la puerta.  Puse el pie derecho en el piso y quedó sumergido por completo. El horror corrió por mi cuerpo: no estaba soñando. Bajé  el otro pie, ambos quedaron mojados al unísono. El penetrante olor a petróleo inundaba mi nariz.  Me levanté, tambaleando llegué hasta la puerta, la abrí temblando.  Agradecí a mi vecino el aviso del desastre.  Tomé a mi bebé en mis brazos y me cuesta recordar qué hice después. Giré y arrastrando los pies en el agua llegué hasta la cuna, lo levanté y  llamé  a mi madre y lloramos juntas, lloramos mucho. Sé que más tarde un bote me sacó de casa con mi hijo sobre  los hombros; recuerdo el asco que me causaba sentir esa agua sucia y  tibia cubriendo mi cuerpo hasta el cuello, mientras veía flotar en el patio nuestras ilusiones con las etiquetas flotando también, a un costado.  Los despojos que encontré a la vuelta todavía huelen a petróleo.

 


Doña Fermina. (Por Patricia F.)

  Este jueves la propuesta de relatos la trae MOLÍ DEL CANYER, el tema elegido es: MUJERES, rostros de mujeres, de todas las imágenes esta e...