Voy a sumarme a la convocatoria juevera creada por HELICON, porque Alma Leonor confesó que octubre, es el mes de su cumpleaños.
Y yo voy a confesar, que también es el mío, así que en conclusión, octubre es el mejor mes del mundo mundial.
Llegan mis 62 primaveras, y serán 62 veces que habré intentado estrenar ropa nueva, ponerme bonita, esperar los saludos de mis seres más queridos y seguir adelante, pero hay algo que cada octubre pasa por mi cabeza. Cada vez que paso delante de la frutería, el cajón de frutillas me retrotrae a mis cumpleaños de niña.
Por aquel entonces, tal cual reza la Biblia, las frutas y verduras se conseguían en el mes que correspondía. El ser humano aún no había encontrado la forma de ganarle a la naturaleza y conseguir en cualquier estación del año, mercadería sin gusto alguno, pero ahí, colocadas en los cajones felices de su existencia. Por aquel entonces, las frutillas eran todas mías porque asomaban en octubre, pasado el día de la primavera y su consumo no era tan habitual, o por lo menos en mi casa, no lo era, el peso siempre se ajustó, pero éramos felices.
Mi madre armaba un gran bizcochuelo de muchos huevos batidos con su batidora Yelmo, que también amasaba unas pizzas riquísimas y luego con muchísimo esmero y cariño, lo cortaba en tres finas capas perfectas, las rellenaba con crema y dulce de leche y la mojaba con un poco de licor arquémuse, de color rojo rabioso. Finalmente, hacía un especial merengue italiano y con mucho trabajo decoraba la torta y la llenaba de frutillas, esas que eran solo mías, porque eran para mi cumple.
Hoy ya no está, pero en estos momentos me va dictando cada una de estas palabras, y la veo hermosa, batiendo con el sol primaveral y el rostro empapado de sudor, porque la primavera, para fines de octubre, por aquí se encapricha y suele competir con el verano ardiente.
Así que aquí tienen un poco de pastel, para que lo compartamos todos los cumpleañeros de este hermoso mes. FELIZ CUMPLE PARA MI Y PARA TODOS USTEDES.