AUTÓMATAS DE LA SOCIEDAD. (por Patricia F.)
(El grito, de Edvard Munch)
Quién no recuerda la película emblemática de los años ‘80, The Wall de Pink Floyd, totalmente metafórica con esa inolvidable escena de los niños de un colegio, parados en una cinta transportadora que los lleva a una máquina picadora de carne..., esa imagen me ronda desde hace días por la cabeza.
Esta sociedad donde vivo y me arriesgo a decir el mundo en general, está tan escasa de valores, tan hambrientos de educación, que al hablar, hasta las “S” se comen y cuando no, otras letras; hasta un mal interpretado feminismo representativo de ciertas mujeres que para hacerse notar se cuelgan pañuelos de colores, con diferentes significados o defecan en la puerta de una iglesia, filmando y subiendo a las redes sociales, como si eso las hiciera más mujeres.
Ese apachurramiento de cerebros provocado por dos inmensas moles: el adoctrinamiento y la falta de razón, me preocupa realmente. Siento la decadencia del mundo a flor de piel, soy mujer y me siento orgullosa como tal, pero nada de eso que acontece me identifica.
He vivido épocas difíciles en mi vida, en mi adolescencia y primera juventud, donde uno va moldeando su carácter y raciocinio, nunca me dejé arrastrar por las masas y tuve libertad de pensamiento para obrar acorde a mi manera de pensar y sentir, esa libertad me la dio la educación, el respeto y valores que me inculcaron en mi familia.
Ver el escenario en que se mueven en la actualidad los más jóvenes me produce un tremendo desasosiego. Por un lado, un mundo en guerra, por el otro mi país en una guerra interna, donde ese hambre cultural sumado al hambre de estómagos vacíos y corrupción hacen que se torne invivible.
La pregunta recurrente, ¿ qué futuro nos espera?, es que acaso la ambición de unos pocos va a primar siempre sobre los derechos de todos sin importar absolutamente nada, sé que muchos dirán desde que el mundo es mundo suceden estas cosas, los poderosos aplastan a los débiles y los débiles sucumben a su propia debilidad.
Que aplastar cabezas fue siempre el ideal de muchos y sólo unos pocos intentaron mejorar este mundo, que ahora parece inmerso en un torbellino sin fin: virus mundiales, pandemias, guerras, hambre, ya lo sabemos hace rato, pero esos enfrentamientos armados e incultura nos están conduciendo por esa cinta transportadora directamente a la picadora de carne.