Hola amigos, el Tintero de Oro nos propone un nuevo concurso de relatos, XXXVIII ED. homenajeando al libro "Matar un ruiseñor de Harper Lee".
En este caso hay que escribir un relato donde el tema sea una historia relacionada con algún tipo de injusticia social, con un máximo de 900 palabras.
Espero les guste mi historia, me inspiré en una niña que realmente conocí en mi infancia, vivía en mi barrio, jugaba con ella pero siempre en mi casa, no nos dejaban ir a jugar a la casa de ella justamente porque su mamá no tenía muy buena reputación, pero a diferencia de mi historia fuimos amigas hasta que un día se fueron.
Por alguna razón esta propuesta me la recordó.
Marisol. (Por Patricia F.)
Corrían los años sesenta, época de hippies, del amor libre, de liberarse del sostén, la “nueva ola” como le decían en algunos sitios, claro sólo en algunos pues en otros puntos cardinales esa liberación era vista con horror y seguían atados a las viejas costumbres y a muchos prejuicios.
Ella llegó al pueblo, de la mano de su madre. Tímida, muy tímida, callada con una mirada asustadiza.
Nadie sabía bien de dónde venían ni si se instalarían definitivamente allí.
Marisol, así se llamaba, nació sin tres de los dedos de su mano derecha y el índice con una sola falange, a pesar de ello aprendió a usar su mano muy bien, escribía con una linda letra, y hacía todas las tareas posibles con ella.
Pero pronto en el pueblo comenzaron los rumores de que esa manito era por castigo divino a su madre, puesto que, al no tener trabajo fijo cuando necesitaba dinero, recurría a la profesión más antigua del mundo y obviamente en el pueblo todo se sabía.
Los otros niños la miraban con curiosidad, algunos se reían de ella, los más pequeños le temían porque los mayores les hicieron creer que era hija del “diablo”, las madres la observaban con pena, pero a la vez no querían que sus hijas jugaran con ella, su progenitora era un mal ejemplo.
Marisol vivía así, con pocas palabras, con sobrada vergüenza... Con una honda tristeza.
Su madre decía que ella fue un regalo a su vejez, para no estar tan sola pues sus hijos mayores hacía tiempo ya que habían volado del nido, creando los suyos propios, con varios nietos en su haber, pero todos allá en el Paraguay, en su tierra. Así que Diosito le mandó a la Marisol, que, aunque le vino un poco fallada, acompañaba sus días.
Sostenía que “la mala herencia” venía de alguno de sus hombres pues de todos los hijos que ella parió, ninguno vino fallado.
Marisol, escuchaba y callaba, sabía cuál era su defecto, por eso se esforzó por usar bien su mano, aunque nunca se sintió animada por nadie.
Cuando algún “amigo” de su madre llegaba de visita, ella debía salir de la pensión, hasta que el hombre en cuestión se fuera.
A veces, cuando el día estaba feo se resguardaba del frío y lluvia debajo del alero de una vecina, pero si había sol se iba a caminar a orillas del río, imaginando que era un mar de grande, porque no conocía el mar y soñaba con conocerlo. A la hora de la siesta estaba solitario el arroyo, sentía que era como ella y que la comprendía, muy solo en el cause buscando su camino al mar. Al menos él tenía las caricias del sauce que extendiendo sus ramas tocaba su fresca superficie, pero ella...
Solitaria como el río buscando encajar en el mundo, era el ser extraño, sin padre, rodando por la tierra junto a su madre.
En la radio sonaba música en inglés, los jóvenes usaban pelo largo, ropa colorida, zapatos con plataformas, los cambios lentamente llegaban al pueblo mientras Marisol crecía, con su pena junto a su amigo el río.
Un día, se fueron del pueblo buscando quizá mejor destino, nunca se supo nada más de madre e hija, vaya uno a saber a dónde las llevó el camino.
Hoy, frente a un televisor una mujer madura se sorprende mirando las noticias, mientras observa su mano se dice a sí misma: - Cuántas cosas podría haber hecho de niña si hubieran existido las prótesis 3D, eso sí que es un invento, y todos habrían tenido un verdadero y sorprendente motivo para hablar de mí.