Este jueves Myriam, en su blog "De amores y relaciones" nos acerca una nueva propuesta: "El viejo molino", inspirada en una obra de Ildefonso Robledo.
Me inspiré en un molino que existe desde hace más de cien años en la Provincia de Chubut (Argentina, el nombre del molino en Nant Fach) mi historia que encierra algo de fantasía es una pequeña crónica, ese molino si bien es museo, funciona para deleite de sus visitantes y guarda todos los elementos que hacían a la vida cotidiana de los colonos galeses.
Se encuentra en un hermoso valle.
Las fotografías que acompañan el texto (de 350 palabras), son mías, sacadas en una edificación abandonada en las cercanías de San Martín de los Andes, camino a Hua Hum.
Las dos últimas corresponden al verdadero molino Nant Fach.(enero de 2018)
En las silenciosas noches de finales del verano, cuando la luna llena asoma entre las montañas bañando con su luz el valle, empieza a sonar la alegra música celta invitando a las almas a bailar.
Dicen los lugareños que son los espíritus que visitan el viejo molino, cada año al finalizar la cosecha de trigo, emulando las viejas épocas...
Parece mentira que después de recorrer tantos kilómetros en esas bastedades patagónicas, en medio de esas planicies semidesérticas, se puede descubrir ese sitio oculto para muchos desconocedores de esa historia.
Luego de transitar un sinuoso camino de ripio, a orillas de un arroyo, enmarcado por la Cordillera de los Andes hacia un lado y el Valle Hermoso hacia el otro, entre añosos árboles y antiguos rosales (que han hecho de las suyas creciendo a su antojo con el paso de los años) allí, se esconde el Molino del Arroyito.
Antiguo testigo de los inmigrantes galeses que llegaron a esa zona hace más de un siglo, asentando sus vidas en el sitio, trayendo consigo sus tradiciones.
Cuentan las historias que se transmitieron de generación en generación, que ese molino fue el principal centro de reunión de vecinos ya que al llevar el trigo a la molienda se reunían ahí comentando las novedades y al finalizar el trabajo siempre se festejaba con música, baile, comidas típicas y alegría. Para no extrañar tanto la patria que habían dejado del otro lado del océano buscando nuevos horizontes.
Las viejas paredes aún encierran los restos de utensilios y muebles de sus antiguos habitantes, ahora mudos testigos de una época próspera en la zona.
Cuando el arroyito corre con más fuerza hace girar la enorme rueda de madera del molino, quizá soñando con volver a ver al trigo entre las dos muelas de piedra, la solera y la volandera, transformarse en harina.
Sueña el viejo molino con las épocas pasadas, añora la vida que allí habitaba...