viernes, 22 de octubre de 2021

Remar, pasear en bote (por Patricia F.)

 Remar, pasear en bote. (por Patricia F.) 


Si hay una actividad deportiva que me gusta, desde que era chica, es el remo, tanto o más que andar en bicicleta, para mí realmente no es deporte, es placer. 

Cuando era niña aprendí a remar con mi mamá y mi tía, en cambio, mi papá me entregaba el timón de la “Golondrina”, la lancha con cabina que él mismo construyó (ya les contaré sobre ella). 

Vivíamos en una zona ribereña de la Provincia de Buenos Aires, frente al canal Sarandí, cuya desembocadura era en el Río de La Plata. 

Casi todos los vecinos teníamos un bote porque cuando había sudestada, el río crecía de forma incesante, a una gran velocidad, se notaba por como llevaba los camalotes; la única forma de salir si había una emergencia en esas circunstancias, era precisamente con esa forma de transporte. 

Qué placer en las soleadas tardes de verano subir a esa pequeña embarcación de madera y salir a remar, ir mirando los sauces llorones en las orillas, con sus largas cabelleras cubiertas de hojas llegando hasta el agua, pasar debajo del puente y de las pasarelas, llegar hasta la playa que se formaba en la desembocadura del canal. 

Siempre había algún vecino agitando su mano en forma de saludo. 

Cuando los primos venían a visitarnos, nos encantaba llevarlos a pasear y nos divertía mucho ver como ellos intentaban guiar en forma recta el bote, pero solo lograban hacer círculos en el mismo lugar o avanzaban zigzagueando como las serpientes, nos provocaba mucha risa, yo me sentía superior porque era más pequeña en edad que ellos y remaba mejor; hoy al recordarlo se me escapa una sonrisa, cuánta inocencia y felicidad en esas pequeñas cosas. 

Hermosas épocas, bellos recuerdos. 

Ahora en cuanto tengo la oportunidad lo hago, hasta en kayak, pero lo que más me gusta son los dos remos parejos, aunque sea más pesado, simplemente es disfrutar. 

 

miércoles, 20 de octubre de 2021

 Relatos de los jueves, del blog de Campirella 


El blog de Campirella ofrece siempre extraordinarias propuestas de escritura que despiertan las ganas de crear y crear
Esta vez la convocatoria viene del blog Lazos y Raíces

La propuesta, que pueden ver en el enlace, pide incluir algunas de estas metáforas en una producción.

Las nieves del tiempo

Las ventanas del alma

Lágrimas de cocodrilo

Mi trabajo es un calvario

Estoy entre la espalda y la pared


Así que hice las tareas que se indican en ese maravilloso blog, y esto es lo que salió

-          Pero Mateo, ¿Cómo se escribe lobo? – Me quité el barbijo para que al pronunciar viese que, si los dientes se clavan en el labio inferior, se utiliza la V, y si el labio superior besa suavemente el inferior, entonces se usa B. Mientras el labio superior buscaba el otro, para confirmar que el lobo de la cuestión era con “B”, recordé mi visita al abogado previsional. Tendría que ir a la cita, a la tarde y ahí escucharía el tiempo real que me queda para hacer estos gestos, para hacer que el lápiz de los Mateos dibujase la letra correcta, para hablarles de la importancia del escribir correctamente, para decirles que el estudiar garantiza una vida mucho más digna.

Las nieves del tiempo, esas que están visitando mucho más seguido mi cabellera, me van indicando que es tiempo de pasar la posta, que es tiempo de abandonar la enseñanza de la correlación de los tiempos verbales, el almidón del guardapolvo, las eternas correcciones en cualquier lugar y a cualquier hora, el despertador de las 6.30

Desde el aula en que estamos Mateo y yo, pueden verse el verde de las copas de los árboles, un pajarito pasó entonando muy fuerte, muy fuerte un canto lleno de primavera. Juntos, alumno y docente miramos y vemos que entre las ramas, el pajarito había construido su nido y nos reímos, y disfrutamos tanto que las ventanas del alma se van ensanchando y contrayendo, porque la visita al abogado cada vez está más cerca.

Cada vez que encuentro las pilas de producciones escritas que me acechan en cualquier lugar de la casa, o mejor dicho, las voy llevando colgadas de la mochila pienso: mi trabajo es un calvario, pero cuando pasan cosas como las de esta mañana, y pienso en los cientos de Mateos que luego de tantas idas y vueltas comenzaron a preguntar si  “había” iba con h o sin ella, cada vez que esos rostros se iluminaron y trajeron lo que habían escrito con el corazón latiendo buscando mi aprobación, sólo pienso ¿en qué momento el tiempo me jugó esta mala pasada? ¿Cuándo fue que cerré los ojos tan, pero tanto que estoy con un pie en la actividad y el otro en la pasividad de la vida?

Me desespera todo lo que mi cabeza planifica, porque tiene combustible para tantos años más, pero el cuerpo reclama incansables menos condicionamientos.

Y así las cosas, este proceso se llenará poco a poco de reflexiones, y esta es de las primeras.

Hoy les dije a los de la tarde que quien escribe jamás morirá del todo, así que lo voy poniendo en práctica.


lunes, 18 de octubre de 2021

Chupín de pescado.(por Patricia F.)

 Chupín de pescado. (por Patricia F.) 



Todavía recuerdo las rodajas de zanahoria, con sus tonos anaranjados resaltando en el jugo colorado de la salsa formada por cebollas, morrones, tomates, entre trozos de papa y de pescado, que podía ser surubí, armado, sábalo, a veces algún bagre o boga, según lo que se atrapara allá en el Río de La Plata, cuando salían a pescar en el bote. 

Si salía un dorado, pescado muy sabroso, ese iba abierto como un libro a la parrilla, con un chimichurri casero, pero esta es otra receta o historia. 

Volviendo al chupín, muchos dirán que el verdadero no lleva zanahorias, y yo puedo decir que: -quién tiene razón en cuestiones gastronómicas, para mí la cocina es un arte y el artista, en este caso el cocinero, agrega a su creación los colores y sabores que desee. 

El que hacían en casa de mi Nona era riquísimo, tan es así que permanece guardado en mi memoria y hoy merece este texto. 

Siempre me pregunté el porqué de su nombre, cuando era niña me causaba gracia; con los años me enteraría que así le llamaban, porque al tener todo el jugo que sueltan los tomates, se forma un caldo donde se moja el pan y se chupa ese juguito. 

Con respecto a sus orígenes, hay varias ideas, yo me quedo con la de origen italiano, genovés, para ser exacta; donde yo nací, vivían todos inmigrantes y sus descendientes de diferentes zonas de Italia, en su mayoría genoveses, recuerdo escuchar de chica hablar diferentes dialectos y éste predominaba, en fin, lo cierto es que este plato se elaboraba con pescados más económicos, que no se vendían tanto, muy sabroso. 

Lo cierto es que no he vuelto a comer un plato asopado de pescado tan rico como aquel, sin embargo, en Chile he probado un plato muy apetitoso y delicado: el caldillo de congrio, un pescado con una carne de excelente textura y sabor, me ha encantado. 

Algunos ingredientes cambian, aunque la base es la misma, se le agrega cilantro entre las hierbas para condimentar y aquí se usaba perejil para el chupín. 

Plato preferido de Pablo Neruda, al que le dedicó un poema: Oda al caldillo de congrio; mientras lo saboreaba tratando de recordar los versos, llegué a la conclusión de que las fronteras gastronómicas no existen, tanto un plato como el otro fueron delicias para mí, uno me recuerda la infancia y el otro los hermosos veranos cruzando la Cordillera. 

domingo, 17 de octubre de 2021

 


Mamá (Por Silvy)

Me habitué a su ausencia como quien debe acostumbrarse al dolor persistente que sabe que nunca se irá. Dejé de esperar la llamada de la mañana, el reto de la noche por no haberme comunicado, la invitación de los domingos.

Sin embargo la escucho, a veces de forma imperceptible. Aparece en lo cotidiano, en la cama mal tendida, en el desorden involuntario, en el olor de la comida casera. Allí está, hablándome en mi cabeza pidiéndome que no me descuide, que mejor ordene antes de salir si total no cuesta nada. "Llévate un saquito por si refresca"- repite cuando abro la puerta de calle.

Nunca se fue. Trajo su ausencia de abrazos y besos ruidosos, de paso veloz inalcanzable para mi niñez. Yo limpio mis recuerdos penosos cada día, les saco lustre y los devuelvo al estante de atrás de mis tristezas. Y ella se acomoda siempre en el primero, donde está el amor infinito, donde lo que duele se transforma en risa al recordarla.

Por suerte se quedó dentro mío y sigo contestándole con paciencia. Y me olvido de sus olvidos, de su partida anticipada. Me olvido de sus ganas de no estar por no tener ganas de nada.

Fuimos madre-hija-madre, así, de ida y vuelta. Y se convirtió en la niña que no supe cuidar ni ayudar a crecer.

Me habitué a su ausencia antes de que se fuera, porque eligió irse sin cuerpo. Pero su amor fue tan poderoso que me acompaña hoy, ayer, mañana, después. 

Seguí hablando, mami... seguí hablando en mi cabeza. No dejes que salga sin abrigarme porque el frío de la orfandad me cala los huesos y me siento tan niña sin querer crecer. 

 

Uno entre miles. (Por Patricia F.)

  Este jueves la propuesta vuelve de la mano de Neogéminis.  Mónica nos desafía a escribir un relato titulado: 1 entre 1000, después de much...