Este jueves la convocatoria la propone Molí del Canyer, "CRUZANDO EL PUENTE" con un máximo de 350 palabras.
A mi me inspiró un pequeño monólogo de puentes que vi o crucé en mi vida, espero que les guste mi conversación escrita.
Puentes. (Por Patricia F.)
Aquel puente de madera que unía ambas orillas del río y cada día cruzaba para ir al colegio, se tornaba resbaloso en los días de lluvia, amenazando con tirarnos a las oscuras aguas. Era una especie de pasarela, construida por los vecinos que aguantó por años los embates del tiempo.
Aquel otro de cemento que también unía las mismas orillas, pero en la otra punta del río, para pasar con autos, vaya a saber quién lo construyo, pensé que nunca desaparecería y unos años atrás también desapareció.
Recuerdo la pasarela colgante de madera y sogas sobre un arroyo en el sur, caminar por ella era como columpiarse en una hamaca gigante, mientras debajo corría sin para el agua cristalina del arroyo, mientras jugaban a las escondidas entre las piedras pequeñas truchas.
El puente del Obispo en el barrio gótico en Barcelona, simplemente me enamoré cuando lo conocí, fue como viajar en el tiempo.
O aquella romántica película “los puentes de Madison” que me encanta con una de mis actrices preferida Meryl Streep.
Esos románticos puentes repletos de candados esparcidos por el mundo simbolizando el amor, la unión de dos seres que se aman.
Miles de puentes que suben y bajan, que serpentean según el capricho de quién lo diseñó.
Tantos puentes he transitado en mi vida, de madera, cemento, colgantes, pero hay uno que quizá sea el más difícil de cruzar. Ese puente transparente, frágil como un cristal que te transporta a ese más allá donde otros ya han cruzado.