sábado, 17 de septiembre de 2022

La ciudad, un infierno...(Por Patricia F.)



Ante un nuevo desafío del Tintero de Oro, un nuevo microrreto, inspirándonos en una cita, elegir una y escribir, debo reconocer que dos citas me llegaron e inspiraron porque ambas frases suelo citar a veces, por eso trate de unir en un solo pensamiento, y salió un micro sobre la realidad que por estos lares se vive. Debajo dejo las citas y al final el texto que me inspiraron.



 La ciudad, un infierno... (Por Patricia F.) 


Últimamente el infierno se había instalado en las calles... 

Cruzar el puente para llegar a la capital, una misión casi imposible. Eso pensaba Luis mientras revolvía su café hipnotizado por los círculos concéntricos que forman un remolino. 

¡Qué camino tomar, qué transporte!, era imperioso llegar, hoy tendría su diagnóstico médico, no podía faltar a esa cita; pero los cortes de calles, las marchas de protesta transformaban ese viaje de quince minutos en tiempo normal en horas de agotadora agonía. 

Volver a dormir y no pensar era su deseo, aunque no podía hacerlo (hoy por fin sabría si el cáncer estaba controlado o debía volver a los invasivos tratamientos) 

Seguía revolviendo su café ya frío, sabía que su libertad estaba cercenada..., el agotamiento de soportar esto casi a diario ¡¡¡ya no lo soportaba!!!. 

“Simplemente los derechos de otros terminan donde empiezan los míos” y con ese pensamiento se dejó llevar. 


(Yo siempre digo que los derechos de otros terminan donde empiezan los míos)

miércoles, 14 de septiembre de 2022

Arvejas partidas (Por Patricia F.)

 Arvejas partidas. (Por Patricia F.) 

En una charla por WhatsApp hace unos días, mi amiga me comenta que haría una cena sencilla, una sopa puesto que estaba preparando un caldo que entre sus ingredientes llevaba “arvejas partidas”, legumbres que dan un rico sabor, color y además espesan el caldo; inmediatamente volvieron a mi mente los recuerdos de infancia, cuando mi madre las usaba en sus caldos y que con el paso de los años yo olvidé. 

De allí, de esa charla surgió este texto. 








 

Sara, se levantaba temprano y encendía la cocina económica; introducía en el fogón pequeñas ramitas secas y algún trozo de papel para lograr la llama; luego agregaba leños secos hasta obtener las ardientes brazas, necesarias para la cocción y calentar el ambiente. 

Mientras eso sucedía, la pava para tomar mate y la olla para el caldo ya estaban colocadas sobre el hierro de la cocina que iba tomando temperatura. 

Todo llevaba su tiempo, eran épocas de otros ritmos. Entre tanto, el sol asomaba lentamente por el este, dibujando figuras de sombras con los árboles. 

Sobre esa plancha de hierro el pan se tostaba parejo y terminaría en sabrosas tostadas con manteca y mermelada casera o dulce de leche. 

A la olla del caldo, iban a parar las verduras de la huerta, el hueso de caracú con carne y de la alacena extraía la “bolsita mágica” (las arvejas partidas secas), el ingrediente de todas esas sopas espesas y reconfortantes de invierno. 

En la mayoría de las casas había, pues con ellas y algunos ingredientes más, quedaba una sopa riquísima. 

Toda la mañana quedaba la olla sobre la cocina, hirviendo su sabroso contenido y una vez estuviese todo cocido aguardaba en un costado para mantenerse caliente, hasta llegada la hora de la cena donde recibiría los fideos (dedalitos o de letras, municiones o Ave María, según sea el día) a veces arroz o sémola y aunque de niña estaba aburrida de esa cena, hoy la recuerdo como una de las comidas más sabrosas y con más amor que he comido en mi vida. 

Creo que el secreto era ese; “las arvejas partidas” y la dedicación de mi madre. 

Sabrosos recuerdos para quienes tuvimos la suerte de vivirlos.



Patricia F.

 

 

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