viernes, 24 de febrero de 2023

Pedro. (Por Patricia F.)

 

Hoy mi historia está relacionada a este sapo, para mí hermoso, aunque sé que muchos le tienen miedo, asco, en fin...

Hace unas pocas semanas hice un taller literario online, donde los textos que se leyeron eran historias de animales, narradas por ellos mismos. La actividad final era escribir una historia de una animal contada justamente por él.

Yo me inspiré en este sapito que habita en mi jardín, la historia es real, pues como él la cuenta es rescatado de una muerte segura por mi.


Pedro. (Por Patricia F.) 







Hola, aquí me presento, soy Pedro “el Gris”, ¿por qué soy “el Gris” ?: 

Porque ese es el color de mi rugosa piel, como el cemento de la vereda de dónde me rescataron o el de la fresca tierra donde ahora vivo... 

Un día, unas manos crueles me cubrieron con sal gruesa y me depositaron en el ángulo recto que se forma entre la pared y vereda de una casa, expuesto al impiadoso sol del verano. Seguramente con todas las intenciones de matarme, una muerte lenta y cruel, la sal me iría deshidratando poco a poco por el efecto solar, hasta quedar como un cuero duro, inerte. 

 No dejo de preguntarme, porqué hay humanos tan malvados que por las razones que sea, brujería, odio, miedo hacen tanto daño a la naturaleza y más a un ser indefenso como yo. -¡¡¡Qué mal puede hacer un sapo a un “humano”!!! 

Quiso el destino que en mi camino se cruzaran unas personas con buen corazón, al verme una de ellas dijo:  

  • ¡¡¡Pero qué hijos de puta!!! Pobre animal mira lo que le hicieron... 

Escuché un diálogo breve entre ellas, una sacó una bolsita de nylon de su cartera mientras la otra me tomaba con sus manos, eran tan suaves cuando me recogieron y pusieron en la bolsa, apiadándose de mí. 

Luego, entraron en un bar y mientras pedían un café, fueron al baño de damas y me lavaron en el lavamanos, limpiando toda la sal de mi cuerpo, me metieron nuevamente en la bolsa, bebieron su café mientras conversaban un rato, entre tanto yo estaba allí quietecito, al final pagaron la cuenta y se fueron cargando su preciada bolsa. 

Sin rastros de sal ya me sentía mejor y dormité un poco con el leve movimiento, la dura experiencia no me dejó muchas fuerzas para intentar escapar, además a dónde iría entre tanto cemento, probablemente terminaría aplastado por un auto u otra vez tapado de sal. 

Por lo tanto, me quedé inmóvil esperando ver qué me esperaba, sabía que me estaban llevando a algún sitio, pero nada podía ver porque no era una bolsa transparente. 

Para mi alegría y sorpresa, al cabo de un largo rato, mi transporte plástico se abrió, liberándome en un fresco y verde césped, rodeado de plantas y flores ¡si hasta me dieron una piscina para mí solito! una profunda palangana azul para refrescar allí mi cuerpo. 

Tuve suerte, una mujer que ama a los animales me adoptó y hasta me puso un nombre: Pedro. 

Yo en retribución limpio su jardín de insectos y bichos dañinos para sus plantas, canto cuando va a llover o ella riega y a veces hasta una caricia recibo y yo alegro el lugar croando. 



Nota: el de la foto es uno de los tres sapos que viven en mi jardín, todos rescatados de lugares donde no hubieran sobrevivido, si es verdad que hay gente que les tiene repulsión, en mi jardín conviven con mis dos gatos, mi perra y cuánto pájaro quiera anidar allí.

La naturaleza es sabia sin dudas, en mi patio tengo un pequeño oasis, en medio de la ciudad, si el ser humano entendiera lo importante que es cuidar y respetar la naturaleza, nuestro planeta no estaría tan mal.


Patricia F.

 

 

 

martes, 21 de febrero de 2023

Alení (por Susana)

 Hola a todos: hace rato que no paso por aquí para publicar. Hoy les dejo un relato que surgió la primera noche de mis vacaciones en el campo. Todavía no logro descubrir si fue verdad o solamente fue mi imaginación. Denle mucho amor.

Mas o menos así, se veía ella...

Frente al papel en blanco me quedé pensando qué escribir.

     En aquel momento, mientras mis pensamientos iban a prisa buscando qué historia contar hoy, apareció ella. Se sentó en la cima de la hoja, sobre el margen derecho. Allí sobre las líneas azules colgó sus pequeñas diminutas piernas y me miró.

     Me sonrió con sus grandes ojos verdes y se presentó: “Soy Aleni, tu imaginación”

    Mis ojos no podían creer lo que veían. Tenía un vestido amarillo brillante en forma de pétalos de flor y en su cabeza un sombrero rojo. Su cabello caía sobre sus hombros y detrás podía ver unas hermosas alas transparentes.

     “Aquí estoy y quiero que hoy escribas la mejor de las historias, la nuestra”.

     Seguía sin entender mucho lo que estaba ocurriendo. Todavía seguían dando vueltas mis ideas en la cabeza. Ella continuaba diciéndome que debía escribir nuestra historia, la que me iba a contar.

     Caminaba sobre las líneas  azules de la hoja. Iba y venía. Puso sus manos detrás y comenzó a hablar. Me pidió que prestara mucha atención para que pudiera reproducir todos los detalles.

     “Hace mucho, mucho, pero muchísimo tiempo cuando aún estabas en el colegio y eras muy niña yo te observaba de lejos, sin acercarme. No sé si recuerdas esto porque de verdad pasaron muchísimos años. No es que seas vieja ahora, pero ya estás mayorcita. Sin ánimos de ofender, por supuesto. Te decía que te miraba sin acercarme mucho y veía cuánto te esforzabas por escribir un poema o una historia. Los demás a tu alrededor lo hacían con tanta facilidad, tanto talento, incluida tu madre, que pensabas que jamás lo lograrías.

Entonces, te aferraste a tu guitarra que te acompañaba a todos lados y decía por vos todo aquello que no podía salir de tu boca.

     Fue ahí, cuando comenzaron a surgir las primeras melodías, las primeras letras simples.

     Con el tiempo pensé que si me acercaba más y comenzaba a hablarte al oído podrías escribir algunas historias divertidas.

     Por supuesto, tus amigas adolescentes me dieron una mano porque te ayudaban a inspirarte. Compartían e intercambiaban bellas historias con amores platónicos.

     Entonces, me dije a mí misma que quizá podrías escribir algo más extenso. Empecé a hablarte, a darte algunas ideas, algunas frases. Te describí tu primer personaje y te atreviste a tu primera gran historia. Ya no te detuviste. Nuestra relación fluyó y fluyó. Casi a diario surgían en tu mente personajes y vidas maravillosas, llenas de emoción. Con tristezas y alegrías que disfrutabas.

     Te cuento que ya no me detendré y tú tampoco. Estamos unidas para siempre.

     Sellemos esto con un apretón de manos. Eso sería un buen trato.”

 

     Extendió su mano y tomó mi dedo estrechándolo con un apretón. Me guiñó un ojo, sonrió, bajó del cuaderno dando un salto y se alejó caminando por la larga mesa. La perdí de vista rápidamente.

     Escuché cómo agitaba sus alas  que brillaron al atravesar la ventana y se perdió en la infinidad de la noche.

     Sólo se escuchaban los grillos en el parque. Una bocanada de aire movió las cortinas y volví a quedarme sola en la habitación.




La ciudad de las rusalkas (Por Patricia F.)

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