viernes, 5 de abril de 2024

Donde se esconden las almas. (Por Patricia F.)

 

Esta vez el Tintero de Oro en su concurso de relatos edición N° 41, en homenaje a Isabel Allende y su libro "La casa de los espíritus", no propone escribir un relato que contenga espíritus o espiritistas o casas encantadas que puede ser de misterio, de terror o una anécdota al respecto.





Antes de comenzar con mi historia, les cuento que me gusta mucho como ella escribe y he leído varios de sus libros, aquí abajo dejo la foto de mi libro  que leí hace unos 28 años aproximadamente y se encuentra en mi biblioteca.





Ahora sí los dejo con mi cuento, no sin antes decirles que la fotografía del final es de mi autoría.


Donde se esconden las almas. (Por Patricia F.) 

La mañana se presentó sombría, el sol se negó a salir de detrás de las nubes, así como el peso de sus párpados se negaba a dejar paso a la luz. 

Había sido una noche larga, los manuscritos, las cartas y viejas fotografías en blanco y negro desparramadas sobre la mesa, junto a la lupa con la que ayudaba a sus ojos cansados después de tantas horas de intensa lectura. 

Se preparó una taza de café negro, amargo como le gustaba beberlo. Mientras sorbía unos tragos de la oscura bebida, observaba el cielo a través de la ventana, con el pensamiento fijo en una sola idea, encontrar los rastros. Esos rastros que se negaban a aparecer, que huían de sus manos, de su entendimiento, necesitaba encontrar la razón de ese tormento que ni siquiera le permitía dormir, esa presencia que le visitaba en sueños. 

Su abuelo le contó a su padre y su padre a él, sobre un alma en pena que deambulaba por la casa y en noches de luna llena visitaba el lago. 

Cuando era niño, sobre todo en las noches, en sus sueños sentía esa presencia, sabía que algo o alguien trataba de comunicarse. Siempre pensó que todo era producto de su imaginación infantil, consecuencia de lo que su padre le contó, simplemente para asustarlo y no saliera solo de la casa. Pero a medida que fue creciendo, que los años fueron pasando se dio cuenta que había algo más que la mera mente infantil, así comenzó su búsqueda. 

La vieja casa familiar de gruesas paredes de piedra, construida hace siglos, vio crecer a muchas generaciones de su sangre, muchas, que allí acabarían si él no descubría qué sombra se cernía tras esos muros, pues no estaba dispuesto a formar allí una familia y tampoco podía alejarse ya que un hilo invisible lo mantenía sujeto al lugar. 

Absorto en esos pensamientos lo volv a encontrar la noche y ahora sí, ya no pudo resistirse al sueño y mirando el fuego de la chimenea se durmió en el viejo sillón, el preferido de su padre y ahora el de él, sintiendo que el calor de unos brazos lo abrazaban, cayo dormido. 

Soñando... se dejó guiar por el embrujo de la oscuridad, sintiendo que una mano tomaba la suya y lo guiaba a través de la estancia al exterior de la casa, lo condujo lentamente hasta el lago donde se reflejaba la luna llena que asomaba entre las nubes, escuchaba el llanto, la desesperación, presintiendo que alguien necesitaba de su ayuda, deseaba brindársela, pero no sabía cómo... Despertó agitado, la puerta abierta y el frío colándose al interior, la luna espiando desde las alturas... 

Se levantó a los tumbos, cerró la puerta, se fue a la cama, pero ya no pudo volver a dormir, el recuerdo de ese llanto le traspasaba los oídos. 

La situación se repit durante los meses siguientes, intensificándose cada noche que luna llena iluminaba la tierra, sabía que alguien o algo quería hablarle y no lograba entender el mensaje, ni los papeles ni las fotos eran aclaratorias. Por eso los últimos tiempos se enfrascaba en esos manuscritos, en esas imágenes. 

Al amanecer, en cuánto asomo el sol se acercó al lago, recorrió la orilla tal como hizo en el sueño, encontró una roca blanca con forma de luna, casi cubierta por los restos de un gran árbol caído hace tiempo. Sintió escalofríos. Instintivamente cavó en el sitio hasta que se toparon sus manos con una caja de madera oscura, que sacó por fin con esfuerzo de su lecho, se sentó, la observó, dudó, no sabía si abrirla o devolverla a su sitio. 

La curiosidad pudo más que la razón, rompió el candado oxidado, quitó las derruidas cadenas, le costó levantar la tapa, pero lentamente lo logró, envuelto en un lienzo amarillento había un diario íntimo junto a un camafeo que guardaba una foto borroneada por el paso del tiempo, apenas lograba distinguirse un rostro femenino. 

El diario, más misterioso aún pues sus páginas estaban vacías salvo la primera que tenía dibujada la casa, su casa, el lago, la luna y una imagen femenina, sentada en el mismo sitio que él, en este instante. 

Alzo los ojos al cielo, pensativo, una brisa ligera sacudió las hojas de los árboles y se alejó, sintió que las lágrimas rodaban por sus mejillas, lo que sea que haya sido o quién haya sido, por fin fue liberada... Esa noche la primera de tantas por fin pudo tener un sueño tranquilo. 




Fotografía de mi autoría, "luna llena a orillas del lago y el bosque", Villa La Angostura, marzo de 2023.

miércoles, 3 de abril de 2024

Incomodidades dolorosas.(Por Patricia F.)

 


La propuesta para este jueves, viene del blog de Mónica, NEOGEMINIS, el tema son las INCOMODIDADES.  Son muchas las que pasamos en la vida y esta que les cuento es real, me ha pasado a mi un par de años antes de la pandemia, como nunca olvidé el enojo de ese día, el costo de esa caminata, aquí se las dejo. Obviamente no puedo transmitir el enojo que me generó esa situación.






Incomodidades dolorosas. (Por Patricia F.) 

Esa noche iba a ser otra maravillosa velada de ópera en el Teatro Colón, como cada vez que tenían concierto, ella se vistió para la ocasión, maquilló, perfumó, eligió la cartera a tono con sus zapatos y se predispuso a disfrutar de otra hermosa noche en su querido teatro. 

El plan era tomar café juntos antes del concierto, luego disfrutar del espectáculo y cerrar la noche con una buena cena en su restaurant preferido, comentando la ópera. 

Pero ese día los astros o mejor dicho los hombres se alinearon para no permitir el paso y el consabido piquete interrumpía el tránsito, por lo tanto, era imposible llegar con el auto a destino y hubo que dejarlo a más de veinte cuadras del lugar. Armarse de paciencia y caminar. 

Claro que caminar con zapatillas no sería un problema, el asunto es que estaba con zapatos de tacos y para terminar de rematarla, se largó la lluvia y su paraguas no lograba protegerla del todo. Pero lo peor fueron las dolorosas ampollas que le provocó su calzado y no una, sino, varias. 

Desde ese día y por las dudas siempre lleva en el auto un par de zapatillas, “por si las moscas” dirían por allí. Es preferible caminar con ropa elegante y en zapatillas a las dolorosas ampollas. En la vida se aprende dicen, por la buenas o las malas, así que: al mal tiempo buena cara y a los piquetes caminata y zapatillas; tal vez un día con suerte volvamos a vivir normalmente. 

 

domingo, 31 de marzo de 2024

Historias mojadas. (Por Rosana y Patricia )

 

Historias mojadas. ( Por Rosana y Patricia)





El agua, ¿alguna vez pensaron en la ambigüedad del agua?. Este elemento de la naturaleza, tan codiciado en los últimos tiempos, donde nuestra mano humana cada día amenaza más con su extinción, puede ser muchas veces un bálsamo,  y otras, la más atroz amenaza, desmedida y sin piedad. 

Cada vez que Buenos Aires llora de la manera en que lloró la semana pasada, no puedo dejar de pensar en Macondo, aquel lugar de García Márquez en que llovió por cien días y cien noches consecutivas, ahogando las esperanzas y las voluntades de todos sus pobladores. 

Pues por aquí, la torrencial tormenta que azotó nuestras calles llevándose hasta los techos, perdió su poesía y dio paso a muchas lágrimas, historias tremendas como la pérdida de dos chiquitos en un río que se llenó de golpe, así, creciendo a borbotones sin pedirle permiso a nadie, porque la naturaleza es reina, y los reyes no piden permiso. 

Es en estos momentos cuando surgen las anécdotas: las terribles y de las otras, así que hemos decidido abrir este espacio que comenzaremos a llamar: "Historias mojadas". Dejo hoy paso a Patricia, para que embellezca este texto con una de ellas.  






Imágenes extraídas de la web, de las inundaciones de la década del ´60, pero en muchos sitios siguen igual actualmente.


Las anguilas dijeron presente.

Me llamó la atención una noticia después del temporal que azotó Buenos Aires en las últimas horas una "súper-celda", este fenómeno meteorológico trajo consigo una tremenda cortina de agua, granizo, vientos huracanados y de repente gran parte de la ciudad y conurbano se inundaron. No siendo esto suficiente siguió la sudestada, que además de la baja de temperatura provocó la crecida y desborde del Río de la Plata y aquí comenzó la historia, pues vi que aparecieron en las calles inundadas algunas que otras serpientes y anguilas.  Sí, anguilas,  contorneando sus cuerpos en las aguas de la ciudad.

Y esa noticia desempolvó mis recuerdos...

Allá por la década del setenta, yo tendría unos once o doce años y mi hermano dos años menos que yo, aprovechando una sudestada de verano y crecida del río, cuando la quinta de mi nonna comenzó a inundarse y el camino cubierto de verde césped se cubrió de agua transparente, aprovechando el calor, salimos corriendo a chapotear.

Allí andábamos "chiveando" como decían los adultos, a pleno sol, disfrutando de un día diferente, pues generalmente las sudestadas se daban en invierno, con mucha lluvia, frío; pero ésta de verano era especial.

La cuestión es que cerca de mis pies había un pedazo de rama oscura y yo intenté agarrarla,  cuando la rama salió despavorida, mis gritos y saltos por el susto, creo que la espantaron aún más rápido a la pobre anguila que sin dudas perdida en la crecida del agua, abandonó la comodidad de la zanja para terminar en el medio del camino.  Mi hermano muerto de risa terminó contagiándome sus carcajadas y haciendo que el susto se me pasara. Porque en realidad, las anguilas eran cuestiones corrientes en la quinta, y dos por tres alguien pescaba alguna que terminaba frita o al escabeche. 

Un par de años después de este episodio, pasada otra inundación causada por el río, con una amiga intentamos pescar un par de ranas para la clase de zoología, pues la monja del colegio, nos pedía que lleváramos para estudiarlas, así que caña en mano con señuelo de carne atado, intentamos pescar las tan ansiadas ranas, grande fue nuestra sorpresa y el susto de mi amiga cuando en lugar de este anfibio venía colgada del señuelo una enorme y negra anguila, que volvió rápidamente al agua cuando Graciela tiró la caña y salió corriendo hacia mi casa. Evidentemente las ranas se habían mudado  de zanja en la última crecida y se instaló esta especie de pez con forma de víbora, que sin ser peligrosa asusta al más desprevenido desconocedor del género o pescador distraído.



Allá por los años ´60, mi casa que aún estaba en construcción, faltaba terminar la parte de abajo, arriba estaba terminada.

Un día de sudestada cuando el río crecía y rápidamente inundaba todo, el bote siempre cerca, por las dudas.

Uno entre miles. (Por Patricia F.)

  Este jueves la propuesta vuelve de la mano de Neogéminis.  Mónica nos desafía a escribir un relato titulado: 1 entre 1000, después de much...