Esta vez el Tintero de Oro en su concurso de relatos edición N° 41, en homenaje a Isabel Allende y su libro "La casa de los espíritus", no propone escribir un relato que contenga espíritus o espiritistas o casas encantadas que puede ser de misterio, de terror o una anécdota al respecto.
Antes de comenzar con mi historia, les cuento que me gusta mucho como ella escribe y he leído varios de sus libros, aquí abajo dejo la foto de mi libro que leí hace unos 28 años aproximadamente y se encuentra en mi biblioteca.
Ahora sí los dejo con mi cuento, no sin antes decirles que la fotografía del final es de mi autoría.
Donde se esconden las almas. (Por Patricia F.)
La mañana se presentó sombría, el sol se negó a salir de detrás de las nubes, así como el peso de sus párpados se negaba a dejar paso a la luz.
Había sido una noche larga, los manuscritos, las cartas y viejas fotografías en blanco y negro desparramadas sobre la mesa, junto a la lupa con la que ayudaba a sus ojos cansados después de tantas horas de intensa lectura.
Se preparó una taza de café negro, amargo como le gustaba beberlo. Mientras sorbía unos tragos de la oscura bebida, observaba el cielo a través de la ventana, con el pensamiento fijo en una sola idea, encontrar los rastros. Esos rastros que se negaban a aparecer, que huían de sus manos, de su entendimiento, necesitaba encontrar la razón de ese tormento que ni siquiera le permitía dormir, esa presencia que le visitaba en sueños.
Su abuelo le contó a su padre y su padre a él, sobre un alma en pena que deambulaba por la casa y en noches de luna llena visitaba el lago.
Cuando era niño, sobre todo en las noches, en sus sueños sentía esa presencia, sabía que algo o alguien trataba de comunicarse. Siempre pensó que todo era producto de su imaginación infantil, consecuencia de lo que su padre le contó, simplemente para asustarlo y no saliera solo de la casa. Pero a medida que fue creciendo, que los años fueron pasando se dio cuenta que había algo más que la mera mente infantil, así comenzó su búsqueda.
La vieja casa familiar de gruesas paredes de piedra, construida hace siglos, vio crecer a muchas generaciones de su sangre, muchas, que allí acabarían si él no descubría qué sombra se cernía tras esos muros, pues no estaba dispuesto a formar allí una familia y tampoco podía alejarse ya que un hilo invisible lo mantenía sujeto al lugar.
Absorto en esos pensamientos lo volvió a encontrar la noche y ahora sí, ya no pudo resistirse al sueño y mirando el fuego de la chimenea se durmió en el viejo sillón, el preferido de su padre y ahora el de él, sintiendo que el calor de unos brazos lo abrazaban, cayo dormido.
Soñando... se dejó guiar por el embrujo de la oscuridad, sintiendo que una mano tomaba la suya y lo guiaba a través de la estancia al exterior de la casa, lo condujo lentamente hasta el lago donde se reflejaba la luna llena que asomaba entre las nubes, escuchaba el llanto, la desesperación, presintiendo que alguien necesitaba de su ayuda, deseaba brindársela, pero no sabía cómo... Despertó agitado, la puerta abierta y el frío colándose al interior, la luna espiando desde las alturas...
Se levantó a los tumbos, cerró la puerta, se fue a la cama, pero ya no pudo volver a dormir, el recuerdo de ese llanto le traspasaba los oídos.
La situación se repitió durante los meses siguientes, intensificándose cada noche que luna llena iluminaba la tierra, sabía que alguien o algo quería hablarle y no lograba entender el mensaje, ni los papeles ni las fotos eran aclaratorias. Por eso los últimos tiempos se enfrascaba en esos manuscritos, en esas imágenes.
Al amanecer, en cuánto asomo el sol se acercó al lago, recorrió la orilla tal como hizo en el sueño, encontró una roca blanca con forma de luna, casi cubierta por los restos de un gran árbol caído hace tiempo. Sintió escalofríos. Instintivamente cavó en el sitio hasta que se toparon sus manos con una caja de madera oscura, que sacó por fin con esfuerzo de su lecho, se sentó, la observó, dudó, no sabía si abrirla o devolverla a su sitio.
La curiosidad pudo más que la razón, rompió el candado oxidado, quitó las derruidas cadenas, le costó levantar la tapa, pero lentamente lo logró, envuelto en un lienzo amarillento había un diario íntimo junto a un camafeo que guardaba una foto borroneada por el paso del tiempo, apenas lograba distinguirse un rostro femenino.
El diario, más misterioso aún pues sus páginas estaban vacías salvo la primera que tenía dibujada la casa, su casa, el lago, la luna y una imagen femenina, sentada en el mismo sitio que él, en este instante.
Alzo los ojos al cielo, pensativo, una brisa ligera sacudió las hojas de los árboles y se alejó, sintió que las lágrimas rodaban por sus mejillas, lo que sea que haya sido o quién haya sido, por fin fue liberada... Esa noche la primera de tantas por fin pudo tener un sueño tranquilo.
Fotografía de mi autoría, "luna llena a orillas del lago y el bosque", Villa La Angostura, marzo de 2023.