En la edición de concurso Nro. 42, el Tintero de Oro nos propone escribir un relato de hasta 900 palabras, en homenaje al libro "La metamorfosis" de Kafka. Aquí dejo mi relato.
Alienado. (Por Patricia F.)
Así lo llamaban...
Era un tipo raro, vivía encerrado en su casa, no se relacionaba con nadie en su barrio, sus vecinos le temían un poco. Nunca se supo a ciencia cierta de dónde venía ni cómo llegó a esa casa, durante tanto tiempo cerrada, dónde las malezas se adueñaron del jardín y la hiedra se apoderó de paredes, persianas, ventanas no solo evitando el paso de la luz del sol, sino también permitiendo que un moho verde tapizara las partes ocultas, cada rincón de cada estancia; un aspecto tétrico, lúgubre reinaba en el lugar.
Lo que en los buenos tiempos fue una fuente de aguas cristalinas, ahora, un depósito de hojas muertas, lo que en otrora fueron bellos y floribundos rosales trepadores, transformados en una enmarañada trama de ramas espinosas.
Muchos noctámbulos aseguraban haberlo visto saltar por las paredes y acercarse a revisar los tachos de basura llenando su bolsa para alimentarse con los residuos.
Su cara afilada de nariz prominente, incisivos salientes y ojillos inquietos, le daban un aspecto extraño, más que desagradable, repulsivo, quizá por su voz chillona, disonante.
Solo algo de todo ese mundo oscuro le otorgaba luz, algo que el resto de los mortales no sabía ni comprendería nunca... los libros, sí los libros. Podría decirse que era una especie de ratón de biblioteca, que devoraba ávidamente los volúmenes acumulados en el inmenso librero de la casa. Ese era su tesoro, el único espacio que mantenía limpio y ordenado.
Con el tiempo, al terminar la lectura de todos esos textos, comenzó a buscar más, aprovechaba el silencio y la oscuridad de las noches para meterse en las casas vecinas en busca de nuevos ejemplares, que se llevaba en silencio, era difícil que los dueños notaran las ausencias, salvo que fuesen ávidos lectores como él.
Pronto comenzaron a acumularse los libros en cada rincón de la casa, en las escaleras, mesas, altillo, sótano. Podría decirse que ya estaba tapado por tantos volúmenes, pero extrañamente así se sentía protegido. Rodeando su desgarbada humanidad entre esas enormes pilas de volúmenes.
Cuando lograba dormir, tenía pesadillas, soñaba que era perseguido a veces por un inmenso gato negro, de llamativos ojos amarillos, gigantescos colmillos, semejando a una pantera negra. Otras veces, se veía aplastado por una enorme escoba, pisado, pateado hasta que su frágil humanidad quedaba reducida a unos simples restos mortales.
Entonces despertaba agitado, transpirando, chillando, abrazado a algunos de los libros que lo acompañaban.
No podía comprender al mundo circundante, ni el extremo odio que despertaba en algunos seres humanos, tampoco sabía de qué forma había llegado hasta este sitio, no recordaba nada, absolutamente nada. Solo sabía que un día abrió los ojos y allí estaba, con esa extraña forma humana y con un cierto comportamiento animal.
Entonces, pensó en comenzar a escribir, y estas fueron sus primeras palabras:
Porque alguna vez he sido un despreciable roedor y por diferentes razones me transforme en este ser más despreciable aún, porque no pertenezco ni a este universo ni al otro, soy un ser que trata de pertenecer a un lado del mundo y que no pertenece a ninguno.