viernes, 21 de abril de 2023

Aquí están... (Por Patricia F.)

 Aquí están... (Por Patricia F.) 



 

Cuando viajo en transporte público tengo por costumbre observar, algo que hago desde muy chica, observo a la gente, su comportamiento (mucho se sorprenderían de los gestos que hacen y supongo que llegaría a sorprenderme de los míos si los viera). Observo calles, paisajes urbanos, en fin, todo lo que acontece dentro y fuera de este “mundo de veinte asientos” al cual le hizo honor una telenovela del año 1978. 

Lo cierto es que ahora sumé al acto de mirar el de narrar, de esos personajes anónimos surgen nombres e historias inventadas que se van tejiendo en mi mente y voy volcando en el cuaderno que siempre me acompaña, para no perder ideas dejándolas allí guardadas. 

Esta historia que hoy les traigo, surgió en uno de esos tediosos viajes en esta loca ciudad a la que a veces amo y a veces odio. 



 

Aquí están, estos son: Bartolo, Bartolito y Bartolón... (Por Patricia F.) 







 

En el país de los sinsentidos y las locuras andantes, tres personajes de comedia hacen su aparición... 

En una esquina parados, consultan sus teléfonos móviles sin cesar, Bartolón con la escoba enganchada en el ángulo que se forma entre al brazo y el antebrazo, mientras en sus manos sostiene el celular y sin parar de reírse muestra la pantalla a sus compañeros de “¿trabajo?”. 

Al tiempo que Bartolo mantiene la pala apoyada en la pierna izquierda mientras se mensajea vaya uno a saber con quién. 

Por su parte Bartolito sostiene... ¿sostiene? El carro contenedor de basura con la bolsa que recibirá la suciedad de las calles, si es que estos señores se deciden a poner los dichosos aparatitos en el bolsillo y las manos a la obra. 

Bartolo, Bartolito y Bartolón, son un caso de los tantos que pululan en la ciudad. 

Cuando al fin Bartolón comienza a barrer el cordón de la vereda, Bartolo presuroso acerca la pala, la mitad de la basura queda afuera, el resto va a parar al cesto que presuroso acerca Bartolito. 

Continúan su trayecto entre risas y charla, mientras parte de los residuos permanecen allí estacionados, una mañana tranquila y muy normal para ellos. 

A unas pocas cuadras de allí, Romualda Maravilla, hace lo suyo sin chistar; en una mano la escoba, en la otra la pala y el carrito basurero se sostiene sólo, para eso tiene ruedas. Como diría una amiga solo le falta el plumero en las asentaderas.  

Romualda sola se las arregla, barre, junta, junta y barre solita con sus manos y deja la acera limpita como el patio de su casa. 

Qué mundo loco y loca gente, que por más que miro no paro de sorprenderme. 





Nota: los nombres son ficticios, las personas no, una mañana aburrida sentada en el colectivo, en un andar muy lento a causa de un piquete, en esa esquina los vi.



Patricia F.

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