Luna fugitiva (por Patricia F.)
(Una noche de luna llena, en el patio de mi casa)
Ella, silenciosamente, irrumpió en la habitación y se metió en mis sueños, con su blanca frialdad me observaba desde el oscuro firmamento, condenando a la tranquilidad de mi sueño a transformarse en inquietud.
Esa enorme luna llena se elevaba en el cielo del atardecer despidiendo al sol, que, desde otro punto cardinal se ocultaba en el horizonte, la que había visto desde mi auto en la autopista. Ella se metió en mi mente, así sin pedir permiso.
No podía dejar de mirarla y preguntar: - Bella dama de la noche, que en mis sueños te apareces ¿qué esperas de mí?... A ti señora de la noche, que hoy te muestras tan plena en tu belleza y a veces tan delgada, te confundes en los cielos diurnos, quizá tratando de abrazar a tu amor el sol, según cuentan algunas leyendas.
Inmediatamente lo supe, yo, que desde mis soñadores adolescentes años la miraba con admiración surcar el cielo entre estrellas, filtrando su luz entre los árboles y a veces le pedía algún deseo... Ahora, comprendía lo que ella esperaba de mí, comencé a hilar palabras, formando frases hasta llegar a un texto. Necesitaba papel y lápiz para escribirlo, porque seguramente al despertar, lo habría olvidado, se borrarían esas palabras de mi cerebro.
En mi mente deseaba extender el brazo, agarrar la lapicera y el anotador que siempre tengo en mi mesita de luz, por si las musas nocturnas acuden a mí, lo intentaba, pero mi cuerpo relajado se negaba a responder.
En esa batalla de sueños le hablaba, sabía que lo que me inspiraba era bueno, pero lentamente la conciencia se apoderó de mí y abrí mis ojos, ya había amanecido y como la luna fugitiva mis palabras se esfumaron.
Por lo tanto, al despertar, como era de esperarse ninguna oración o letra recordaba, sólo una pequeña frase de una canción que solían cantarme de niña acudió a mí y que en su estribillo decía: “Luna lunera cascabelera...”