Hace unos días fuimos a almorzar con mi esposo a un lugar en el campo, donde hay varios árboles, muy bellos, pero el que resalta entre todos es un roble.
Este hermoso y viejo árbol me llamó la atención por su porte y sus coloridas hojas, lo que me llevó a sacar varias fotos que comparto en esta publicación.
También me inspiró a escribir estas palabras, espero con ellas hacerle un pequeño homenaje.
Viejo roble. (Por Patricia F.)
Como mariposas de ligeras alas
en tonos verde, amarillo-ocre
las hojas secas del roble
se desprenden, van cayendo,
y en su corto viaje a la tierra
vuelan con un ligero y lento planeo,
recordando a las gráciles hadas de las flores...
Cientos de ellas en su danza final
para convertirse en poco tiempo,
en abono de la tierra que
alimentará al viejo roble
en un eterno círculo de muerte
y eterno renacer en primavera.
Parece que nieva el roble
cuando se desprende de sus hojas muertas.
Son doradas sus hojas,
cual láminas de oro.
Su tronco poderoso
semeja un guerrero mitológico,
que los fuertes vientos del sur
no han podido derribar.
En cuánto llega el otoño
el viejo roble se desgrana,
en cientos de relucientes bellotas
duras como la grava.
(Las fotografías las tomé el sábado 1 de julio de 2023, en el aeroclub de Lobos, Provincia de Buenos Aires).
Patricia F.