martes, 15 de marzo de 2022

Como granos de sal ( Por Silvy Olivieri)

 
















Otra vez se me hizo tarde, maldito banco, no sé para qué dan turno si después te atienden a cualquier hora. Aunque desde hace un tiempo a esta parte creo que las horas tienen menos de 60 minutos. El día se me desarma antes de que lo pueda organizar… ¡Y el agua que no hierve! ¿Por qué me comprometo a estar a la una si nunca llego? Podría suspender el turno, pero hace un mes me lo dieron. Mi boca ya parece la cara de la luna, llena de cráteres inmorales. No, mejor dicho inmolares jaja.

De qué me río. Mi semana se convirtió en una sucesión de turnos interminables. ¡Me cansa tanto correr contra el reloj! Nunca lo alcanzo. Como cuando la profe nos hacía las pruebas de resistencia en la escuela. Correr 20 minutos seguidos. Ahí sí que el muy desgraciado caminaba lento. Esos minutos duraba una eternidad. El corazón se me salía de la boca. Qué ironía, ahora necesitaría un corazón en la boca para tapar todos estos agujeros.

¡Y dale! ¡Herví de una vez! Bueno, echo el arroz así de una, se va a cocinar igual.  Podrían hacerse más rápido, pero para eso no hay fórmula. Menos mal que no compré el arroz doble gallo que tarda más e igual queda medio duro.

¿Habrán usado ese en la escuela? ¿O eran granos de sal gruesa? ¡Dios! Me acuerdo y no puedo creer que eso hubiera pasado en  los 70`; porque no fue en la edad media, fue apenas hace 45 años. 

Este arroz no se cocina más, y las malditas agujas avanzan más rápido cada vez. Y necesito tapar los agujeros de mi boca. Tal vez los tengo por bocona. Eso me hubiesen dicho en aquel entonces, por eso terminaba siempre en el banquito de castigo junto con Emilce. No podíamos dejar de hablar.

¿Habrá sido arroz Gallo el que usó la monja? No  recuerdo si ya existía. Sí recuerdo esa mujer sin sonrisa, con permanente rictus amargo en su cara. Le brotaba odio de sus ojos cuando alguna de nosotras no hacía lo que ella quería. Pequeños monstruos de 8 años que le arruinábamos el ritmo de sus clases con una risa o una palabra de más. Entonces, ella tomaba de una oreja a la delincuente de uniforme azul y la obligaba a arrodillarse en ese cajoncito lleno de arroz (¿o era sal gruesa?) El aula se llenaba de un silencio denso, lleno de burlas de algunas, miradas de pánico de otras y, lo más triste, el gesto de humillación de esa víctima arrodillada por haber pedido un lápiz.

No sé para quién era la caridad que decía profesar. Tal vez les regalaban el arroz y por eso lo usaban como elemento de tortura. Tal vez ni sabía por qué se había vestido de negro y colgado una enorme cruz de madera en su pecho.

Yo le tenía miedo. Todas le teníamos miedo. Me acuerdo la cachetada que recibí por haber hecho mal una puntada del bordado. La vergüenza convertida en lágrimas corriendo por mis mejillas. El fuego que subía desde mi integridad y se chocaba con la niñez que no dejaba salir el improperio que se tenía bien merecido. No puedo recordar nada bueno de mi tercer grado, solo esa mirada fría, la sensación de sentirme una delincuente en todo momento. Aferraba mi pensamiento tan fuerte porque temía que ella los escuchara y yo no quería clavarme los granos en las rodillas. Bastante duro era ese banquito pequeño en el que me hacía sentar por hablar con Emi, copiar en mi cuaderno sobre mi regazo era una pelea en donde la cursiva perdía contra mi equilibrio

¡Maldito reloj! ¡Dejá de correr un poco que no llego y si no como algo me desmayo. Como casi me desmayo de bronca ese día cuando le conté a mi mamá sobre la cachetada y no le dio importancia.

¿Le eché sal al agua? ¡No puedo creer que pudiera poner estos granos también! ¡Hay que ser poco monja para eso! Sal amarga le correría por las venas. Éramos tan chiquitas como para merecer semejante castigo. Éramos la sal de la vida, tal vez por eso nos doblegaba.

Bueno, me lo como así, medio crudo. Tiene poca sal, no le puse la suficiente.  Mejor, mucha sal hace mal para la presión… y para las rodillas.

10 comentarios:

  1. Hay recetas qu acaban siendo unas maratones de problemas :-)

    Un abrazo a ambas

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  2. Ay, qué recuerdos de cuando educar era tan feo!
    Un abrazo.

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  3. Muy nuestro. Muy humano.
    Un poco de todo en un determinado momento. Molestia, apuro, enojo, risa... recuerdos, inquietud, prisa, resignación...


    Supongo que un buen descanso, ayudaría.

    Saludos, Silvy Olivieri. Saludos, Patricia. Que tengan perfecta tarde.

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    Respuestas
    1. Gracias, Tambok. Lo vivido en la niñez permanece en nosotros de alguna manera, y algunas vivencias lo recrean. (Silvy)

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  4. Vaya receta, vaya manera de contarla . me ha mantenido entretenida, gracias

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  5. ¡Qué odisea Silvy! Me ha encantado. Besos :D

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