martes, 25 de marzo de 2025

Las alas de Amelia. (Por Patricia F.)

 

Este jueves el reto está a cargo de Marifelita y el tema propuesto es: PIONERAS, hay varias fotografías propuestas de figuras femeninas destacadas en distintos ámbitos entre los años 1850 y 1960, de ellas hay que elegir una o combinar varias y escribir sobre lo que sugiera la imagen o hacer una investigación del personaje.

En mi caso busqué otra mujer que no figuraba entre las fotografías pero que me inspira y además creo que bien vale la pena hablar de ella, un homenaje también a mis amigas pilotos, que son varias.

Yo voy a hacer una breve reseña de Amelia Earhart aviadora, breve, porque no quiero excederme del límite de palabras, pues hay mucho por contar de ella.





Les dejo fotografías de Amelia sacadas de internet al igual que los datos de fechas y lugares.

Al final del texto agregué un video con un tema de Joni Mitchell dedicado a Amelia, que me recomendó Carlos Perrotti y que no conocía, me gustó mucho y decidí agregarlo a la publicación.

Muy agradecida con Carlos, porque realmente es un bello tema.










Las alas de Amelia. (Por Patricia F.)

Amelia Mary Earhart, nació el 24 de julio de 1897 en Atchison, Kansas, fue profesora, conferencista y pionera en la aviación estadounidense, siendo la primera aviadora en volar en solitario a través del Océano Atlántico, sin escalas, convirtiéndose en la primera mujer en lograrlo. Por ese cruce recibió la Cruz de vuelo distinguido de los Estados Unidos, estableció muchos récords y fue una de las primeras pilotos en promover los vuelos comerciales. 

Desde muy joven amaba las aventuras y desde los veinte años fue logrando diferentes experiencias de vuelo. 

Fue asesora de ingeniería aeronáutica en la Universidad de Purdue, consejera profesional de mujeres siendo una fuente de inspiración para muchas mujeres que deseaban ser pilotos. Logró prácticamente todo lo que se consideraba imposible para las mujeres de su época. 

Desde jovencita, con mucho sacrificio fue juntando dinero con varios trabajos para pagar sus clases de vuelo y en el año 1923 se convirtió en la mujer número 16 en obtener su licencia de piloto, a partir de allí el cielo fue suyo y los sueños no tenían límite. 

Intentó dar la vuelta al mundo, lograr esa proeza por aquellos años (1937) y siendo mujer era impensado para muchos, pero no para ella. Con un avión bimotor Lockheed Electra 10E, hizo su primer intento que debió abortar por fallas mecánicas. 

Un par de meses después y con un solo acompañante despegaron desde Miami, así fueron uniendo diferentes puntos del mapa, haciendo diferentes escalas, un día en medio de esa travesía llegó el silencio que perdura hasta hoy, el avión junto a Amelia y su acompañante se perdió en el Pacífico y nunca más se supo de ella a pesar de la intensa búsqueda, el 5 de enero de 1939 fue declarada muerta, tenía alrededor de 40 años entonces. 

Como dije anteriormente fue una inspiración para muchas mujeres pilotos y por esos años hubo varias más, pero quién más destacó por sus aventuras y trágico final en pos de un sueño, fue Amelia. 




miércoles, 19 de marzo de 2025

Imágenes del barrio perdidas en el tiempo. (Por Patricia F.)

 

Este jueves 20 de marzo la convocatoria para el desafío está a cargo de Dafne Sinedie y el tema elegido es "Amor de barrio", se trata de escribir un relato, poema o reflexión que represente este amor de barrio y puede ser real o ficticio, mi relato es real y habla del barrio donde vivo y viví.

Podría hablar mucho sobre él, pero el límite es de 350 palabras.

Termino mi relato con un Vals de aquellos tiempos que a mi padre le encantaba y que yo supe escuchar.





Imágenes del barrio perdidas en el tiempo. (Por Patricia F.)


Mi barrio ya no es el mismo, a paso lento se fue transformando, pero guarda tantos recuerdos. 

Esas calles de tierra ya no están, ni tampoco el potrero que en verano se llenaba de miles de sapitos bebés saltando entre los pies cuando lo cruzábamos caminando. 

Ni el viejo terraplén del ferrocarril, donde jugábamos con mis primos en las tardes de vacaciones.  

Aquella esquina donde en las estrelladas noches de verano armábamos un fogón y el mate circulaba entre amigos y primos, sonaba la guitarra cantábamos y entre bromas pasaban las horas hasta la madrugada, esa esquina... 

El bar Sarandí, la pizzería Los Tres Ases, que cuando éramos niños íbamos cada tanto a comer pizza con mis padres y hermano, esa era nuestra salida a cenar muy de vez en cuando más no se podía, de postre sopa inglesa que para mí era todo un desafío pues estaba regado con vino dulce. La única pizzería en muchos kilómetros que conserva el horno a leña y está en mi barrio desde hace casi cien años. 

Tampoco existe más el cine, de chica veíamos allí películas de Disney y cuando finalizaba la época de la dictadura, allí se presentaron vario cantantes de rock nacional en su regreso a los escenarios después de estar prohibidos, recuerdo largas filas para entrar de todos los jóvenes que coreábamos sus canciones. 

La librería Liébana, una suerte de librería, juguetería, papelería, regalería en el centro de Sarandí. 

Las zapaterías, disquerías, tiendas y perfumerías que ya no están, en otros tiempos tuvo una vida propia tan diferente a la de ahora que cada rincón, cada esquina tiene un recuerdo diferente para mí. 

El club Arsenal, está aquí, aunque yo siempre fui hincha de Boca porque mi madrina lo era, pero al club íbamos a la pileta con mi prima cuando éramos chicas. 

El origen del nombre se remonta por allá, por 1580 cuando Juan de Garay, descubre un arroyo bordeado de arbustos llamados sarandíes de allí el origen. 

Pero más allá de la historia, mi barrio guarda toda la historia familiar y los recuerdos, muchos felices, otros no tanto, la vida que fue pasando.




domingo, 16 de marzo de 2025

El tiempo se ha detenido. (Por Patricia F.)

 

Este mes de marzo estoy participando de la propuesta de Cristina Rubio en su blog comunidad Alianzara cuyo tema es: UN MOMENTO ETERNO: LA PERCEPCIÓN DEL TIEMPO EN LA LITERATURA.

El reto consiste en leer "No oyes ladrar los perros "de Juan Rulfo y escribir un relato en el que un momento se convierta en una eternidad.

Por ejemplo, puede ser una despedida, la espera de una noticia crucial, la espera de un amor no correspondido.

Mi historia está basada en un hecho real, que me tocó vivir hace varios años atrás.




El tiempo se ha detenido. (Por Patricia F.)


La blancura y frialdad de ese largo pasillo me envolvían como un manto de nieve, tan blanca, tan fría como las mismas luces que lo iluminaban. 

Por instinto tiritaba, no sé si era el frío no sé si eran los nervios, pero no lograba controlar ese leve temblor. 

Miré el reloj al fondo del pasillo, apenas se movieron las agujas y sin embargo parecía que había pasado una eternidad desde que mi madre ingresara al quirófano. 

Miré angustiada las blancas baldosas, las conté con la mirada, tratando de no pensar, de acelerar ese tiempo que, a paso lento, se negaba a avanzar. 

Mientras en mi mente retumbaban las palabras del doctor, que una tras otra como puñaladas se me volvían a incrustar en el corazón, en el alma. 

  • -"Tengan en cuenta que es una cirugía complicada y puede que no salga con vida del quirófano”. 

Un nudo volvió a formarse en mi garganta, impidiéndome respirar y las lágrimas rodaron por mis mejillas al recordar la escena, las palabras de mi madre, luego de escuchar al doctor: 

  • - “Solo les pido que, si no salgo viva de la operación, no quiero velatorio, quienes no me vinieron a visitar cuando estaba viva, no tienen que venir a verme después de muerta. Tampoco quiero flores, las flores son para olerlas cuando aún respiras, quiero que me cremen y mis cenizas las esparzan en la naturaleza, sea el mar, el campo, donde más les guste. 

Recuerdo prometerle cumplir su voluntad si de allí no salía, de darle un beso en la frente y ver al camillero empujar la camilla por ese pasillo. 

Nuevamente ese largo, blanco, frío pasillo me heló la sangre. Mis ojos volvieron a mirar el reloj, lentas sus agujas apenas se movían como si se rieran de mí y de mi angustia. 

Comencé a rezar en silencio, abstraída del mundo blanco que me rodeaba, de orfandad que sentía en ese momento, miré a mi hermano sentado a unos metros de mí, en silencio observando el mismo reloj, no me atreví a hablarle, sabía que él llevaba la misma lucha interna que yo y el silencio era la mejor solución. 

Comencé a recordar la infancia, la adolescencia, juventud y a mi madre siempre ahí para nosotros, siempre presente. No era justo que ella estuviera debatiéndose entre la vida y la muerte adentro de ese frío quirófano. Pensé que la vida no es justa, realmente no lo es, tantas cosas tristes le tocaron vivir desde chica y ahora en sus últimos años debía luchar contra esa cruel enfermedad, que le impedía disfrutar de tantas cosas. 

Volvieron a rodar lágrimas por mis mejillas, mis ojos buscaron nuevamente ese reloj, había pasado una hora, que parecieron miles y el silencio del pasillo se hacía cada vez más abrumador, el segundero se acopló a mis latidos, marcando aún más el desasosiego que me embargaba. 

Comencé a contar esas pulsaciones, mientras rogaba que se aceleraran, que el tiempo apurara su andar. 

Pero no, el tiempo seguía su ritmo... 

El pasillo blanco, frío cada vez más largo como el tiempo mismo, como mi angustia me estaban envolviendo en un torbellino blanco, que me ahogaba y me llenaba de deseos de gritar, pero no podía, no debía hacerlo. 

Hasta que por fin nos llamaron por micrófono, la cirugía había terminado, mi madre estaba viva, con varios centímetros menos de intestino, muy delicada la habían pasado a terapia, si bien habían logrado extirpar todo el cáncer, le esperaba una larga recuperación y luego sesiones de quimioterapia, todo eso le permitió estar tres años más en este plano hasta que su cuerpo cansado dijo basta. 

Luego de unos días le agradecí al cirujano su sinceridad, porque si bien antes de entrar a quirófano eso fue demoledor, le permitió a mi madre expresar su voluntad que luego cumplimos con mi hermano pasados esos tres años de gracia. 

miércoles, 12 de marzo de 2025

La hora del té. (Por Patricia F.)

 

Hola amigos, este jueves 13 la propuesta viene de la mano de Mónica, en su blog Neogeminis, esta vez el tema es : "La escena del crimen", hay que elegir una imagen entre las propuestas y contar una historia sobre un crimen.

En mi caso como esta semana tengo poco tiempo vuelvo a publicar una historia que subí hace un tiempo adaptándola a la imagen elegida.



Esta es la imagen elegida.




La hora del té. (Por Patricia F.) 

 

Como cada semana desde hace varios años, las cuatro amigas se reunían a tomar el té, una semana cada una hacía de anfitriona. 

Mientras Sonia regaba sus plantas, miraba sus hierbas especiales y le dijo a su gato, que cómodamente descansaba al sol: 

  • ¿Ves Mefistófeles qué bonitas crecieron mis pequeñas mimadas?, mientras el minino le mostraba su panza en señal de cariño, recibiendo en ella unos mimos. 

La mesa estaba pronta debajo de la enredadera, con la mejor vista al jardín. 

La amistad de esas mujeres llevaba muchos años, desde épocas juveniles, cada una dedicó su vida a diferentes actividades además de formar una familia. Unas ya jóvenes abuelas y otras esperando serlo algún día.  

Siempre existió la complicidad, el buen humor, el apoyarse unas a otras. 

Un día los pensamientos de Sonia comenzaron a cambiar, ya no era tan feliz en esos encuentros... 

Sus amigas, se veían radiantes, alegres, con nuevos proyectos en esta etapa madura, físicamente estaban muy bien, sin tantas arrugas, cabellos y manos siempre perfectas. La envidia comenzó a carcomerla, ella, que supo ser una mujer de buen pasar, que viajaba y se daba ciertos placeres, ahora por culpa del inútil de su marido estaba pasando una situación económica espantosa, hasta el punto de tener que hacer trabajos que no le gustaban para poder subsistir. 

En su mente sus amigas pasaron a ser sus enemigas, fue generando incomodidad entre ellas, pero sin hacerse notar (como suelen decir “lobo con piel de cordero”) 

Así, el veneno del odio se fue metiendo en su cuerpo, comenzó a disfrutarlo... Después de todo, si ella no podía las demás tampoco debían ser felices. 

Esa tarde estaba templada, las invitó a sentarse en el patio, donde su gato dormía una siesta, tan relajado y tranquilo. 

Las miró conversar, beber té helado que ella preparó con hierbas de su jardín y jengibre, sonrió para sus adentros, el gato apenas abrió sus ojos y espió a las mujeres. Su plan ya estaba en marcha... 

Las alas de Amelia. (Por Patricia F.)

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