Oh no!!! Los Reyes Magos no existen.
(por Rosana)
Me di el permiso de sumarme a una propuesta de escritura cuyo objetivo era rememorar un momento, digamos que un tanto no agradable de la niñez, y salió esto.
Abro los ojos, (no me desperezo porque no tengo registro de sueño
profundo. Siempre estoy alerta, tratando de controlar si van o no a
abandonarme, si cuando despierte, todo seguirá con la normalidad que a mí me
tranquiliza). Giro la cabeza hacia la derecha. Es el alba de una de las noches
en las que me toca dormir con mí nonna, (mí nonno está trabajando a bordo de un
barco arenero). Me encanta dormir con ella, a pesar de que le molesta cuando
doy vueltas en la cama y sacudo las sábanas. Ella tiene tele en el dormitorio y
juntas vemos lo que nos gusta hasta que se nos antoja. Cuando duermo sola, el
insomnio me trae la visita de múltiples fantasmas que prolongan el tiempo hasta
que logro conciliar un sueño corto.
Veo la mano de mí mamá sosteniendo el ludo Matić y al
instante, apoyarlo en el piso, al lado del pasto y del agua para los camellos.
Tengo 10 años y lo acepto, listo: los Reyes no existen. Sigamos. No soy una
niña fría y sin sentimientos, solo que me fueron modelando para aceptar. Si hubiera
sospechado por un instante que aceptarlo todo me llevaría a negarme a mí misma,
otra hubiera sido mí reacción.
Cuarenta y pico de años después recapacito y pienso que la
combinación explosiva de una madre que había jurado fidelidad a los mandatos sociales
y el agregado de una estricta educación religiosa, sometieron a una
guerrillera en potencia, en el fondo, talvez me ahorraron varios disgustos.
La frase "ya sos grande" se incrustó en cada una
de mis células, tal es así que hoy, harta de haber nacido grande, voy buscando
los vestigios de una niñez que creo no haber vivido nunca
Sencillamente tomo el ludo Matić y comienzo a leer las
instrucciones para saber cómo se jugará y obviamente en este mundo adulto que
me rodea siempre, debo esperar a que los quehaceres les permitan tener un rato
para experimentar el nuevo juego.
Así cada milímetro de
mis terminales nerviosas fue captando que lo principal en la vida son las
obligaciones y el saber soportar los cambios, sin que se derrame una sola queja:
“Si la guerra se había cobrado tantas vidas y el mundo seguía andando. ¡Cómo
iba a lamentarme yo por haber descubierto que los Reyes Magos no habían
existido más que en el año cero, durante el nacimiento de Jesucristo!”
Guardo el ludo Mátic, no puede quedar muy a la vista,
necesito más de un jugador y casi siempre en medio de mis juegos me vuelvo
polifónica: soy maestra y alumna; doctora, asistente y paciente, ejerzo todas
las profesiones y las pongo en práctica conmigo misma.
Hoy veo concretada en mi nieta esa niñez que tanto estuve
buscando: juega, se expresa, busca la misma compañía que yo buscaba a su edad y
la encuentra en cada uno de nosotros y nos transporta hasta su altura y nos
sumerge en su mundo imaginario, en ese mundo en que con una chalina alrededor
de su pequeño cuerpecito, se encarna de repente una princesa vestida con sueños
color naranja. Me dejo sumergir y me prohibí decirle que no tengo tiempo,
porque el tiempo con ella es también un tiempo que estuve buscando, es el tiempo
que queda incrustado en el corazón. En ese tiempo, no soy yo, sino aquella niña
que buscaba con quien jugar, entonces me encuentro…
Sé que, si mi madre
estuviese viva, le haría el mejor de los disfraces en un abrir y cerrar de
ojos. “Hacer siempre” era la forma que tenía para demostrar su amor
incondicional. Me hubiese encantado que se conociesen, que se disfrutasen. Sé que
la vida le enseñó, (como siempre a los golpes), que para contarle a un niño que
los Reyes Magos no existen, hay cientos de miles de formas amorosas, que es
lícito estar tristes por un desencanto, que se puede detenerse un momento a
añorar lo que no es, para retomar fuerzas y seguir adelante.
Hola Rosana, qué bueno que ahora que sos abuela puedas disfrutar de esa infancia con tu nieta, volver a jugar y disfrutar, y nunca, nunca decirle que los Reyes Magos no existen, la vida sola se encarga de los desencantos, me encantó, un abrazo.
ResponderBorrarGracias Patricia, gracias por disfrutar de todo lo que escribo. Abrazo.
ResponderBorrarSi existen, lo somos todos un poco, o cuanto menos somos sus pajes. En mi casa, en mi familia siempre haya o no niños hablamos de los Reyes, nunca de compras, de ese modo si nos escucha algún pequeño no le descubriremos nada. No sé nunca que me van a traer ni nadie lo sabe la sorpresa gusta a cualquier edad.
ResponderBorrarUn abrazo, ah mi favorito es Melchor
Hola Ester, qué lindo lo que contás. Hermoso eso de mantener viva la expectativa a través de los años.
ResponderBorrarTe abrazo
Que bello momento
ResponderBorrarMuchas gracias!!!
BorrarEse momento en que descubre que ¡oh, oh! Y peor, el momento en que tus hijos lo descubren. En mi caso, a mis hijos tuve yo que decírselo cuando llegaron a una edad en la que me temo, se burlaban de ellos. Conseguimos mantener la magia, y a pesar de que ahora los reyes eran dos en lugar de tres... yo creo que conseguimos haciéndolo. Aun hoy en día, mantenemos la magia de ese día. Besos, me ha encantado tu relato Rosana :D
ResponderBorrarMuchas gracias Margarita HP. Creo que ese es el secreto, ir manteniendo la magia. Pero qué difícil. Juzgamos hoy hechos pasados, pero cada uno actuó como pudo no?
ResponderBorrarAbrazos!!!
Los reyes vagan por el desierto buscando una estrella azul con cola dorada, dorada.Me dicen que traen regalos y que cargan grandes tesoros en sus espaldas de incienso , oro y mirra..
ResponderBorrarEl oro entregado por los magos a Jesús era un reconocimiento de su realeza; el incienso, un homenaje supremo a su divinidad y la mirra, un anuncio a sus padecimientos como Redentor. ¿Y eran regalos esos?
Quién quiere oro si no te deja ver las miseria?, ¿o incienso si no tengo las bondades de su divinidad?... y menos mirra,si me anuncia padecimientos.... Regalos? no, quizás el oro si me saca de aquí.
Gustab