martes, 14 de enero de 2025

Mi nuevo compañero. (Por Patricia F.)

 

Hola a todos aquí dejo mi historia referida a nuestra propuesta souvenir.






Mi nuevo compañero. (Por Patricia F.)


Era la hora del almuerzo, el día se prestaba para salir por un rato de la oficina para almorzar al aire libre. 

Durante todo el invierno fue imposible hacerlo, por obvias razones, pero ese día soleado de primavera, decidí salir, harta de escuchar justamente a la hora del almuerzo a Peralta hablar de sus hemorroides irritadas por la comida que tan amablemente le preparó su suegra o a Marilina quejarse como siempre del olvidadizo de su novio y sus aniversarios de mes, día y año. Y luego el jefe, haciéndose el canchero, narrando sus aventuras de fin de semana. No, si realmente siempre fue insoportable la hora de la comida en la oficina, no puedo darme el lujo de comer en el bar de la esquina muy seguido, así que táper en mano cada día, me siento estoica en la pequeña cocina de la oficina junto a mis compañeros y mientras voy deglutiendo mi alimento los escucho por educación. 

Ese día decidí salir a respirar aire fresco y cruzarme hasta el parque que está a dos cuadras del trabajo. Agarré mi bolsa y apresuradamente bajé por las escaleras para que nadie se colara en mi plan y poder disfrutar de un almuerzo relajado. 

Busqué un banco a la sombra de un frondoso pino y allí me senté, saqué mi ensalada, sin notar que debajo de mi asiento había una pequeña mota peluda gris, durmiendo camuflada sobre unas sucias y malolientes medias de lana al tono con su pelaje. 

Al oler el atún de mi ensalada abrió sus ojillos desesperados y empezó a maullar, le di un poquito del pescado que devoró en un instante, le di un poco más y se lo tragó en un abrir y cerrar de ojos, no conforme con eso el pequeñín se trepó por mis pantalones buscando más alimento, le puse todo lo que restaba del atún en la tapa de mi táper mientras yo me comí la lechuga, el tomate y el huevo duro lo miraba y me enternecí con él. 

Todavía me quedaban cuarenta minutos antes de volver a la oficina, así que dejé que el pequeñín durmiera en mi regazo mientras escuchaba su suave ronroneo de felicidad, entonces me decidí y mientras los acariciaba le dije: 

  • -Ya no vas a estar solo muriendo de hambre y durmiendo en unas malolientes medias para calentarte, pequeño, a partir de hoy eres mi gato. 

Ese día no regresé a la oficina, mentí argumentando que me sentía descompuesta y me fui a casa a llevando a mi nuevo compañero. 




Esta imagen es de IA, lamentablemente no encontré una con el gatito debajo del banco, pero digamos que a modo ilustrativo sirve.

6 comentarios:

  1. La imagen sirve, queda muy apropiada, que suerte tuvo el gatito, podriamos decir que se lo debe a los quejumbrosos que nunca estan contentos y que te llevaron a almorzar a un lugar tranquilo. Una tierna historia, abrazos

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    1. Muchas gracias Ester, me alegra que te haya gustado mi historia y si, sin dudas a esos compañeros de trabajo medio "pesados", diríamos por acá, es que el pequeño gatito encontró un hogar.
      Pura casualidad, un abrazo grande.
      PATRICIA F.

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  2. Tierno texto con un final divino, no podría tener una mejor dueña.
    Los mejores compañeros siempre se encuentran en lugares que no lo esperamos.
    Un besote Patricia.

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    1. Muchas gracias Campirela, me alegra que te guste, sin dudas esos compañeros adoptados son los más cariñosos sin dudas.
      Un abrazo grande.
      PATRICIA F.

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  3. Cambiar de rutinas puede traer cosas buenas. :)
    Abrazo.

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Mi nuevo compañero. (Por Patricia F.)

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