jueves, 16 de septiembre de 2021

Azul Nocturno (por Daktari)

 

     La familia me consultó si podían llevar con ellos a Tandil a la gatita mimosa. Les di las recomendaciones acerca de cómo debe transportarse un gato y allá partieron, dos matrimonios jóvenes, un bebé, la abuela y la siamesa Azul de seis meses,  a pasar una semana en las sierras.

                       

     Un llamado después de medianoche sobresaltó mi sueño: — Disculpe doctora, pero es que Azul no nos deja subir.

—Mmm, eeeeh, ¿quién habla?

—Disculpe la hora, doctora. Es que no sabemos qué hacer. Somos los Caruso. Andrea, le hablo desde Tandil.

—¿Qué pasa?—dije mientras trataba de despabilarme.

— La gata no nos deja subir la escalera. Nos parece que se volvió rabiosa.

—¿ Eh? ¿Porqué? ¿Qué gata? ¿Qué escalera?

— Azul, ¿se acuerda que le preguntamos si podía viajar?

— Jum

— Salimos a cenar y cuando volvimos a la cabaña ( se ve que habían alquilado una cabaña) encontramos a Azul durmiendo en la mitad de la escalera.

— Ajá.

—Veníamos con el nene dormido en brazos ¡imagínese! La verdad: queremos acostarnos a dormir.

— Sí, claro, yo también.

— Es que no sabemos a quién llamar. ¡No conocemos ningún veterinario de acá!

— ¿Para qué necesitan un veterinario?

 Es que Azul no nos deja subir.

 ¿Cómo que no los deja?

 — No. Está enojada y nos gruñe. Dice mi cuñado que está rabiosa.

— ¡Pero si la vacunamos! Asústenla, agiten un trapo y que se mueva de ahí. Hagan un ruido o empújenla con una escoba — A esa altura yo ya estaba tan enojada como la gata — Tírenle un toallón o campera encima y sáquenla.

—Tenemos miedo. Miedo de lastimarla o de que quede traumada y nos ataque después, mientras dormimos. Y si nos muerde nos vamos a morir todos.

—Nooo. Primero, no está rabiosa. Tiene miedo. Una vez que se mueva, se va a esconder.


— ¿No se le puede dar algo?

Creyendo que pensaban en sobornarla con comida, me sumé a esa idea y dije: — Bueno, tiéntenla con una lata de atún.

— No, algo para dormirla, digo yo. Tenemos Valium.

— Y cómo se lo van a dar, si no pueden ni acercarse.

 Ah, claro ¿Si llamamos a los bomberos? ¿ellos la dormirán con calmantes?

— A ver, paremos un momento. Es tu gata, ¿vos no podés echarla de un lugar, diciendo ¡fuera! O algo así?

— No. Ella siempre hace lo que quiere.

— Dame con tu marido o con tu cuñado — Quería mantener una conversación más cuerda. Después de todo, ¿qué podía hacer yo desde Buenos Aires?

—Hola. ¿Sos Alejandro, el marido de  Andrea? Escuchame ¡ se están ahogando en un vaso de agua! No puede ser que  cinco adultos no puedan mover a una gatita de menos de un año. Buscá una escoba, algo con un palo y empujala suavemente, que otro golpeé una cacerola y se va a ir corriendo. No va a buscar venganza.

— Bueno, gracias. Voy a tratar.

       Yo volví a mi almohada, incrédula de que temieran tanto a su propia mascota.  Ya estaba en la pendiente entre la conciencia y el sueño, cuando el teléfono sonó otra vez:

       — Doctora. No pudimos. Así que la dejamos acá y nos vamos a dormir todos a un hotel. Mañana vamos a probar de nuevo. La llamé otra vez para agradecerle.

       —Por favor. No me agradezcan más.

Hubiera pagado por ver la escena del día siguiente. Fueron en comitiva a la cabaña con palos, guantes, latas de todos los alimentos para gato que consiguieron, un veterinario con una red y el casero que les había alquilado la cabaña.

     La gata los miró con sus impasibles ojos azules y, ofendida, giró la cabeza hacia otro lado. ( La habían dejado sola en un lugar desconocido).

— Paté, dale paté. ¡No, mejor abrí la de pescado! ¡Cuidado!

— Todos afuera, ¡déjenle una vía de escape!—ordenó mi colega, mientras se acercaba con la red. La gata subió dos escalones y desde ahí mostró los dientes, bufó y envió zarpazos al aire.

 

—¿Me permiten?— dijo el dueño de las cabañas— y entró haciendo ruiditos tranquilizadores: “michina, michina” se sentó un par de escalones más abajo y esperó de espaldas a la gata. El resto contenía la respiración. Al rato la gata se le acercó refregándole los bigotes contra el brazo; y sin ningún problema la agarró a upa mientras le rascaba el cuello.

 

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