martes, 7 de septiembre de 2021

 (Carta a quien pueda leerla - por Silvy)

Hola.

Nunca sé cómo empezar una carta. Será que me desacostumbré a escribirlas y ahora descubro que es el único medio que me queda para ser escuchada.

No quedaron lápices, ni plumas, ni crayones… nada. No hay carbonilla, ni hojas de ningún tipo. Los libros desaparecieron en hogueras para calentarnos.

Puse una dirección de mail de forma aleatoria porque no tengo ni idea si lo van a leer, ni quién ni cuándo.

Ya van más de mil días de encierro. Entiendo que en un principio fue necesario y, no lo niego, hasta cómodo, porque me sirvió para descansar de tanta gente desagradable con quien debía verme todo el tiempo. Pero ya no lo soporto, mi familia se fue desintegrando a medida que la convivencia se convirtió en obligatoria. Tantas palabras muertas en nuestros silencios eternos terminaron por ahogarnos. Ellos están por allí, no sé. Por suerte la casa es grande y no nos cruzamos. Además, tenemos que proteger cada posible entrada para que no entren los usurpadores.

Sí, ya sé… esto poco les puede importar a ustedes, o a ti… o a quien me lea. Aunque me parece que al menos podría quedar registrado lo que vivimos muchos; puede que sirva para la posteridad o para conocer cuáles son las consecuencias de actuar de la manera en que lo hicieron.

Saben, me miro en los espejos y no me reconozco. Se me encorvó la espalda, me crecieron las caderas de forma exorbitante. Las canas invadieron mi cabeza y no pude disimular más la vejez que me acosaba y de la cual venía escapando estoicamente.

Mis hijos envejecieron, no me hablan. Mi esposo, creo que murió cuando se rompió el último televisor a causa del estruendo impresionante que sacudió los muebles, rompió vidrios y estrujó nuestros sentidos. Morir es una forma de decir. Nuestra relación ya estaba muerta mucho antes de que nos obligaran a mirarnos todos los días, a comer juntos, a hablar de lo que nunca habíamos hablado.

¡Ustedes nos mintieron! Dijeron que iba a durar unos pocos días, después, unos pocos meses. Si nos hubiesen advertido de esta eternidad yo habría racionalizado mejor los alimentos. Habría medido los temas de conversación para que no se agotaran en 10 cenas. Habría comprado más cerillos, más pilas, más leña. ¡Pero no! Se dedicaron a extenderlo y ni siquiera nos dijeron que lo mejor era irse a tiempo. Como los López, nuestros vecinos, que cargaron su camioneta y salieron como rayos hacia ningún lugar.

Ahora acaban de avisar que se cortará la luz definitivamente, no tendremos forma de comunicarnos. Mis hijos viven por su celular pero al terminar las baterías tendré que despedirlos, como lo hice con mi marido. Solo me queda enviarles este pedido de auxilio. Necesitamos rescate. Yo necesito rescate. A ellos los perdí hace mucho, así que solo les pido, les suplico que nos vengan a buscar, que nos lleven donde podamos seguir como antes, sin hablarnos por estar ocupados y no por no querer, como ahora. Estamos en la calle Juarez 1203, Ciudad de la Paz. Solo ruego llegar a apretar ENTER antes de que nos dejen a oscuras y sin wif----------------------------------.

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