Libre
Salir del hospital para ir a la clínica; de la clínica a un
consultorio privado, antes pasar por la farmacia y retirar las devoluciones; ir
por el bar donde le dejaría las muestras para su colega y de paso, si daba el
tiempo, tomarse un café mientras esperaba la hora del almuerzo para cerrar un
negocio con el doctor Karev.
La planificación del día era la correcta, como todos los
días, los 365 días del año. Levantarme por la mañana a las 6.30 a.m, tomar unos
mates mientras leía los mails, verificar si la valija estaba correctamente
armada; cargar las muestras médicas en el auto y salir.
Mi jefe llamó a las
7.30. Ese hombre no tenía vida. Creo que vivía en las oficinas del laboratorio.
¿Quién llama a las 7.30 a sus empleados? Mi horario comenzaba a las 8,30 h en
la puerta del hospital por lo que podía no atender el llamado. Pero no habría
sido yo si no atendía.
Estaba arriba del auto cuando sonó el celular, ya iba camino
a La Plata y tendría casi una hora de viaje para llegar. Mi jefe me pide que,
en vez de ir al hospital, pasara a dejarle unas muestras al dueño de una
droguería que me esperaría hasta las 8.45 h porque después tomaría un vuelo y
era fundamental quedar bien con este posible nuevo cliente. Mi comisión
dependía de ello. Y mi estadía en el trabajo, también.
¿Acaso se le dice que no al que manda? Esa misma mañana
tenía un desayuno a las 9 horas con el jefe de Cardiología del hospital. Había
tardado 5 meses para coordinarlo y que pudieran estar los miembros del servicio
y no podía posponerla. Porque también mis comisiones dependían de quedar bien
con ellos. O sea que, en el mismo
momento tenía que estar en dos lugares distintos una diferencia de 15 minutos
entre uno y otro.
Subo a la autopista y prendo la radio, quería escuchar
música que me relajara y solo escuchaba noticias y publicidad. Ni una emisora que en ese
momento me regalara un poquito de calma.
Hice un buen promedio de tiempo. A las 8 ya estaba en la
rotonda entrando a la ciudad y de repente el caos. Quedé atrapada entre una
manifestación que se dirigía a la casa de gobierno. Un embotellamiento sin
salida. Repasaba en mi mente todo el listado de entregas que tenía realizar. Debía
tener en cuenta los tiempos de espera para poder cumplir con todo. Apenas eran
las 8 de la mañana y yo ya estaba deseando llegar nuevamente a mi casa para
descansar, aunque al otro día volvería a cargar muestras, llevarlas al
hospital, ver a otros médicos…
No podía hacer nada más que esperar. Era imposible salir de
ese atolladero de hierros y mal humor. Nadie sonreía, las bocinas comenzaron un
concierto ensordecedor que no hacía que la masa se moviera.
De repente una emisora local comenzó a pasar canciones
viejas. Los bocinazos continuaban y traté de concentrarme en la melodía para
olvidarme del encierro obligado y de mi seguro fracaso.
Al costado de la calle, un camión repartidor de sodas era el
único que parecía aprovechar la ocasión. El empleado bajaba los cajones, los
acomodaba en la vereda, tocaba el timbre, esperaba ser atendido. Cobraba. Se
llevaba los envases vacíos y los colocaba nuevamente en el camión.
Lo imaginé haciendo ese recorrido. Saliendo con su plan de
reparto por la mañana, calculando el tiempo de espera. Un día, y otro, y otro
más. Buscando música en la radio y revolviendo las calles de la ciudad para no
toparse con otra maraña que no lo dejaría avanzar.
Puse primera y el auto avanzó cinco metros. El reloj seguía
contando los minutos que me iba robando. El celular sonó, era mi jefe. No
atendí.
Las 9,45h y yo dejé
de escuchar bocinazos. Solo escuchaba esa canción vieja que sonaba en la radio
y que decía: “libre, como el sol cuando amanece yo soy libre, como el
maaaaaar…”
El hombre propone… y el atolladero del tránsito dispone.
ResponderBorrarBuena estrategia cantar “Libre” en medio del embotellamiento vehicular. Ingeniosa manera de lograr un “relax espiritual” escapando de la estresante realidad y mantenerse optimista y de buen ánimo en medio de tremenda Odisea (aunque el reloj, el jefe, las citas fallidas y las comisiones perdidas digan lo contrario).
Gracias por tan simpática lectura.
Muchas gracias, Juan Carlos. La idea es mostrar que la libertad siempre está dentro nuestro
ResponderBorrarMuy bueno, hasta yo sentí los nervios primeros, y esa canción me encanta, tomar decisiones es lo que cuenta.
ResponderBorrarMe puse a pensar ¿Qué es realmente la libertad? Tampoco ese jefe era libre por más jefe que fuera, ni siquiera el dueño del laboratorio ¿no?
ResponderBorrarBuen relato para reflexionar!!!
¡Tal cual!
BorrarTe he leído y al mandar el comentario desapareció. No se si quedó a la espera de tu aprobación o es una faya del sistema.
ResponderBorrarTe comentaba que por tu buen relato se nota que eres de Argentina, donde las calles cortadas son una realidad diaria.
Muy lindo blog.
Hola Maria Rosa. No sabemos qué pasa con nuestro blog, buscamos solucionarlo. Sí, soy de Argentina; aquí los cortes y manifestaciones están a la orden del día. Gracias por leernos
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