martes, 1 de marzo de 2022

Para no pensar. (Por Silvy Olivieri)





Desde nuestro blog hicimos una propuesta, un hermoso desafío de escritura y creatividad. Y como, además de formar parte de este equipo amo ser desafiada, quise participar también. Espero les guste este relato de otra Artesana de la palabra.


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El auto dejó de funcionar de golpe, como si se hubiese cansado de sus vueltas desorientadas intentando encontrar en vano la ruta. Había cotejado el mapa una veintena de veces pero en alguno de tantos giro a derecha e izquierda se perdió. Miró a los lados, el atardecer avanzaba rápidamente y temió que la oscuridad lo envolviera todo antes de poder salir de allí. No era hombre de campo, su piso en Buenos Aires lo esperaba con todo el confort y ya comenzaba a aturdirlo el silbido de las chicharras.

Vio a lo lejos una pequeña luz mortecina asomando entre los arboles. Dedujo que podría ser una vivienda y hacia allí se dirigió intentando cuidar sus zapatillas Nike del barro y los yuyos.  La casa que tenía en frente no era más que un montón de tablones clavados desordenadamente, un techo de chapa y muchos cacharros y porquerías alrededor. Se oía el llanto de un bebé y el canto melodioso de una mujer.

Golpeó sus manos, no se animó a hacerlo en la puerta desvencijada por temor a tirarla abajo. Un niño de unos 12 años asomó su cabeza por la ventana y le abrió. 

Buenas, -dijo en un murmullo. ¿Y si lo asaltaban? ¿Y si le sacaban su hermoso reloj y su billetera? No se había dado cuenta de dejarla en el auto. Aunque allí también hubiera corrido peligro. ¿Y si una vez que les mostrara el auto lo desvalijaban? 

Buenas- respondió el niño con una hermosa sonrisa abriendo la puerta de par en par. Pase - invitó.

Una vez dentro, la mujer que cantaba mandó al niño a buscar a su esposo. Sin soltar al bebé le ofreció un vaso de vino y la comida que tenían sobre la mesa. Él se negó con respeto y hasta vergüenza. No parecían ladrones ni delincuentes.

El dueño de casa escuchó la explicación de su inesperada visita, casi sin palabras llevó un bidón, unas herramientas y comenzó a caminar hacia la ruta.

Solo le falta nafta - comentó. A muchos les pasa que se olvidan porque la ruta es larga y no hay estaciones cerca. Con esto que le doy va a aguantar hasta la próxima que queda a 10 kilómetros.

Quiso pagarle pero el campesino se negó, alzó la mano en señal de saludo y se fue.

Nunca había estado tan cerca de la pobreza. Nunca había pensado en ello 

 Dios mío qué poco se puede hacer por la gente, lo único que nos queda es no pensar. 

Regresó a su piso de Buenos Aires, prendió el aire acondicionado, encendió su televisor de 50 pulgadas y llamó a su novia. Le contó de los negocios, del campo que había comprado y de la aventura con su auto sin nafta.

¡Qué miseria che, qué miseria... tres empanadas que sobraron de ayer, tres empanadas para dos personas” - exclamó- 

Se acostó en su magnífica cama king size, entre sus finas sábanas. Cerró los ojos y se hizo caso: dejó de pensar en la gente pobre, total no se puede hacer nada.

6 comentarios:

  1. Voy leyendo las historias y a cual mejor. Tuvisteis una idea genial. Abrazos

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    1. Muchas gracias Ester por leernos, nos alegra que te guste la idea, un abrazo gigante.

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  2. Muy buena tu historia, tan real, es má fácil para muchos mirar para otro lado.

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  3. Igual el remedio es no pensar ché. En serio, un buen post. Con empanadas.

    Un abrazo

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  4. Gracias, Albada. Pensar es peligroso ¿No? Un abrazo

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