viernes, 3 de junio de 2022

SUDESTADA. (Por Patricia F)

 Sudestada. (Por Patricia F.) 



                                                                                                (foto de la web)

 

El día amaneció helado, el viento del sudeste amenazaba con hacer bajar aún más la temperatura, congelando todo a su paso; nuestros rostros infantiles de cachetes colorados un poco por el sol y otro poco por el mismo frío (parecían no sentirlo), era época de juegos y lo que importaba era divertirse. 

Sabíamos de antemano, porque así nos enseñaban lo adultos que si había sudestada crecería el río y desbordaría de sus márgenes inundando todo, por lo tanto, no podríamos ir a la escuela, por un par de días nos quedaríamos en casa jugando (para nosotros eso era una fiesta). Lejos estábamos en ese entonces de la preocupaciones y problemas de nuestros mayores. 

Mi Nonna nos decía: - ¡Miren qué rápido está creciendo el río! ¡cómo arrastra a ese camalote, parece una flecha!, ahí lo veíamos pasar imaginando que era una pequeña isla llevando entre sus hojas algún animalito extraño, (puesto que no era la primera vez que la cantidad de camalotes que arrastraba el río dejaban alguna víbora, araña, iguanas o nutrias que llevaban acuestas). 

Más temprano que tarde, las partes bajas del camino comenzaban a cubrirse de agua, con las botas puestas con mi hermano observábamos a los pequeños pececitos, llamados “orilleros”, cómo se abrían camino entre los tréboles que quedaban cada vez más cubiertos por el agua. 

Cuando cruzaba el patio, era hora de subir, puesto que en un rato todo quedaría bajo agua y en nuestras casas de alto estaríamos seguros. Esa vivienda construida en madera sobre pilotes, al igual que todas las casas ribereñas fue nuestro hogar, el que mi padre construyó con sus manos y que siempre embellecía con sus detalles y arreglos nuevos; donde mi madre imprimió su sello en las cortinas y colchas hechas por ella. Fue nuestro refugio en la niñez y adolescencia. 

El viento sur soplaba cada vez más fuerte trayendo las nubes consigo, con ellas, la lluvia. Todo ya estaba bajo agua, la quinta se transformaba en un inmenso mar de agua dulce, del que sólo asomaban las copas de los árboles y los frutales más altos, allí se refugiaban para no perecer ahogados los cuises (esos pequeños roedores silvestres), compitiendo con los pájaros por las alturas. 

Afuera el frío invierno, adentro el calor de la cocina de leña, calor de hogar. 

Ahora cuando hay sudestada, recuerdo ese canal devorado por las aguas con esa fuerza increíble que le otorga la naturaleza, si hasta una zamba le escribieron que en algún tiempo sonó en una guitarra. 





                                                                                         (foto familiar)


Patricia F.



 

 

12 comentarios:

  1. Buenas noches, no hay mejor calorcito que aquel que nos da el hogar.
    Me gustaría comentaros que hay algunos comentarios que se quedan en el spam no sé, el blogger funciona fatal, es para que sepáis que os comento pero no suben. Un placer leeros. Besos para todas las componentes.

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    1. Hola Campirela, muchas gracias por avisar, es una pena que sucedan estas cosas del spam.
      Gracias por leernos, un abrazo, buen fin de semana, un abrazo, PATRICIA F.

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  2. Por mucho que esos recuerdos de subida de nivel de agua sean parte de tu historia,a seguro que sigue siendo motivo de cierta inquietud. Por tener calor en la casa.

    Un abrazo

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    1. Hola Albada, ahora vivo lejos del lugar de mi infancia, pero siempre se añora ese calor de hogar, y es verdad cada vez que sopla ese viento y trae su aire frío afloran los recuerdos, un abrazo, feliz fin de semana, PATRICIA F.

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  3. Precioso amiga mía. Muestras algo a lo que tener, pero lo cuentas tan bonito... Besos 😘

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    1. Hola Margarita, muchas gracias, me alegra mucho que te haya gustado, un abrazo, feliz fin de semana. PATRICIA F.

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  4. La sudestada para mí es sinónimo de muchísima tristeza. En mi barrio no había casas de alto y el río entraba sin pedir permiso, se quedaba mucho tiempo, inundaba de un olor nauseabundo cada cosa que tocaba y le dejaba su sello de petróleo, que arrancaba lágrimas a los míos ya mi también. Lamentablemente no tengo los mejores recuerdos. Salvar las cosas requería de muchísimo esfuerzo y la humedad se hacía carne en cada rincón. Yo lloraba mucho porque no podía ir a la escuela, al punto tal que una vez, mi papá se puso unas botas que le llegaban casi, casi a la entrepierna y me llevó para no escucharme más llorar. _Qué tiempos!!! Tu relato suena muy romántico y lleno de buenos recuerdos, me gustó mucho. Rosana

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    1. Gracias Ro, entiendo es lógico lo que les sucedía en la ciudad las casas no estaban preparadas para las inundaciones, y cuando el río crecía salía por todos lados y en la ciudad a través de las alcantarillas se colaba, yo lo he visto.
      Al vivir frente al río, sabíamos a lo que nos exponíamos por eso todas las casas era de alto y todos tenían bote por las dudas.
      Pero pienso que fueron años duros para todos, sobre todo para nuestros mayores, porque cuando el agua se retiraba había que limpiar, nosotros abajo teníamos piso de cemento asi que habia que baldear y barrer antes de que el barro se seque, un abrazo, Patricia.

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  5. La cocina de leña, cuanto la echo en falta en invierno. Era una delicia acercarse a ella y sentir el calor de la leña. Siempre traes unos bonitos recuerdos. Un abrazo.

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    1. Muchas gracias, yo la hecho mucho de menos hasta el punto que estuve a punto de poner una cuando remodelé mi cocina hace unos años, pero no encontré un especialista y tuve miedo que arruinaran mi casa, un abrazo, PATRICIA F.

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