jueves, 19 de septiembre de 2024

La soledad avisa - por Rosana

 

Cuántas soledades nos atraviesan a lo largo de la vida, pero había que elegir una y creo que esta, es la más dolorosa de las soledades. No saber seguir adelante cuando alguien ya no está es no saber rendirle el homenaje que merece. Es un aprendizaje que toda escuela debería dar: ¿cómo estar sólo, sóla, sin necesidad de nadie? Un contenido que la educación adeuda. 

Este es mi aporte para el VadeReto de Septiembre

La Soledad avisa (por Rosana)

A pesar de que ella le había dicho nueve años antes que padecía de cáncer en la garganta, él -  se supone-  jamás lo creyó realmente. Es que ella jamás pensó lo que terminaría pasando, porque su perfección, sus ansias de que todo se hiciese a su manera, habían sido más fuertes y entonces, había permitido que él fuera su esposo-hijo, si, muy poco esposo y tan hijo que no había logrado cumplir la función de padre.

-         Me decías que yo era un egoísta – le repetía delante del cajón el día que ella dejó de respirar - ¿Cuándo fui egoísta? ¿Por qué me decías eso?

                          Creada con IA (la que tenía a la chica sóla en la multitud, no lograría el efecto que quise darle al texto)

Y como un pichoncito de gorrión empapado por la lluvia, agachó su cabeza, encorvó los hombros,  agachó la frente y se detuvo. Se detuvo de tal forma que su hija, que venía de largos cuidados en hospitales varios para sacar a su madre adelante, guardó su cansancio y lo agarró del brazo y siguió criándolo como un padre – hijo, muy poco padre y tan hijo que la enfermó.

La soledad le había avisado nueve años antes que llegaría, se lo dijo en cada estudio que ella se hacía, en cada operación, en cada sesión de quimioterapia, en cada delgadez que no visualizaba, porque los niños no ven más que su necesidad de estar amparados. La soledad había salido a su encuentro esa navidad en que ella había ido sola a la guardia de la clínica a mostrarle a un médico cualquiera que algo le atravesaba la garganta y él siguió adelante con  su niñez de casi setenta y pico de años.

Inútil que su hija quiso mostrarle las bondades de seguir vivo, vivo, sin nada que padecer porque tenía la salud de gran roble. No podía verlo porque para estar en soledad, se debe de ejercitar mucho de antemano, antes, cuando uno disfruta de sana compañía, antes que nada, debe de saber disfrutar de la compañía de uno mismo.

3 comentarios:

  1. Qué lindo y triste relato, pero es cierto que muchos esposos, más que ejercer de ello, son niños pequeños que piensan que su mujer es su mamá.
    Tal vez hay hombres que no están preparados, para ser ni esposos ni padres, sigue siendo niños toda la vida.
    Besotes+++

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  2. Muy bueno tu relato, triste muy triste, como la vida misma cuando te lleva a transitar esos caminos.
    Si estas solo, peor aún, porque se puede estar acompañado y aún así estar solo si los demás no ven lo que te pasa.
    Un relato para reflexionar, muy bueno.
    Un abrazo Ro.
    PATRICIA.

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  3. Uf! emociona leerlo, aun sabiendo que es una historia creada por tu imaginación, cada palabra duele. Somos madres siempre de todo el que está con nosotros, amparamos y cuidamos por eso cuando la ausencia llega desordenada deja una soledad insuperable. Un abrazo

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La soledad avisa - por Rosana

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