Se fue lentamente. Intenté detenerlo en el primer indicio, apenas si dejé que nadie se diera cuenta porque logré aferrarme a él de la forma que pude. No había sido grave, apenas una imagen fugaz que desvanecí en una tarde con los artilugios aprendidos de mi madre.
Al principio sucedía espaciadamente. Tal vez era la luna que hacía que brotaran sus ganas locas de dejarme. Tal vez eran los problemas cotidianos, los niños con sus gritos, la casa desordenada, los nervios que me ponían de un humor desquiciante. Pero yo lo dominaba. No le daba tiempo de asomar su ausencia porque inmediatamente encontraba la forma, los medios, el arte de mantenerlo conmigo.
Yo creí que sería eterno, que apenas me daría algún que otro trabajo para que todo fuera perfecto y que su retirada no fuera más que una amenaza para demostrarme que no todo podría estar bajo mi control.
¿Por qué perderlo? ¿Para qué? Si estábamos juntos desde siempre, si era mi orgullo y mi marco perfecto. Me veían con él, así, revoltoso y salvaje, buscando ser libre todo el tiempo y yo era feliz con el desparpajo de quien cree en la eternidad de todo.
Fue tornándose cada vez más difícil que mi vida fuera como al principio. Y cuando no podía retenerlo, me quedaba encerrada en casa, recluida y avergonzada como si, al desaparecer él, parte mía se desvaneciera.
Cada mes era más demandante. No me daba tiempo a reponerme. Gastaba fortuna encontrando la mejor manera para que todos vieran que seguía conmigo, que seguía siendo mi orgullo y mi estandarte.
Me castigó de la peor manera porque al retenerlo a fuerza de engaños se puso duro, lánguido, sin expresión, como diciéndome "me quedo pero no como quieres que me quede".
Me cansé de mentir... me cansé de mentirme. Decidí que era inútil tanto sacrificio para sostener una imagen que ya no era la mía. Elegí buscar mi orgullo solo en mi interior. Abandoné los artilugios, las trampas y me acepté así, como él me dejaba, con esta nueva imagen de mujer vencida por el tiempo.
Nos despedimos de a poco y fui viendo cómo se marchaba con cada nueva luna. Se fue mi pelo negro y al fin, dejé de teñirme...
Fantástico Silvy. Me ha encantado. Todo el tiempo pensando en alguién... y resulta que ese final nos aclara algo que además me toca de lleno, jaja. Yo estoy empezando a pensar dejarle también, ja ja. Me ha encantado. Besos :D
ResponderBorrarGracias, Margarita... qué bueno que te haya gustado
BorrarNos exigimos demasiado pero el tiempo es inexorable, un espejo es un chivato que no debe atormentarnos, Un relato estupendo. Abrazos
ResponderBorrarMuchas gracias, Ester.¡¡Fuera el tormento!!
BorrarCada mes pienso en lo mismo, creo q el día q me decida será una de las decisiones más contundentes...por ahora sigo pintando como dicen mis alumnos.
ResponderBorrarMuy bueno!!! El suspenso q creaste es maravilloso
Jajaj, así es Mari, no siempre es un hombre el que nos hace sentir abandonadas. (Silvy)
ResponderBorrarGracias Ro. Tu mirada es muy valiosa para mí (Silvy)
ResponderBorrarHola Silvy, me gusto mucho el suspenso, pense en cualquier persona y nunca me imagine que hablabas de tu cabello, muy bien logrado. Por otro lado, la verdad a mi nunca me gustó verme con canas, simplemente no me gusta, asi que me divierto con mi pelo, me lo tiño y hago mechas de colores, voy cambiando, nada exagerado, cosas que me gustan; pero lo hago por mí, sé la edad que tengo porque se nota en el cuerpo, pero mi pelo me divierte.
ResponderBorrarGenial, Patri, Hay que disfrutarse
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