domingo, 8 de mayo de 2022

Palomas (por Rosana)

 Palomas - por Rosana



Escuchaba que se estaba planeando un viaje, ya habían ido a San Marino, a Roma y a otros sitios que le costaba ubicar en el mapa, obvio, a los diez años los niños no realizan la correspondencia mapa-lugar, supuestamente se ocupan de otras cosas, tal vez de desear un bebote bellísimo en un supermercado italiano y tener la osadía de pedirlo, de desearlo y escuchar avergonzada los retos de su madre, cuya vergüenza, cuya culpa – personaje importante en esta historia – no le dejaban ver que era una niña, y como tal, deseaba, se relamía con los juguetes y con aquel bebote mullido, recién nacido, con la boca en “o”, lista a recibir el chupete que lo haría callar, cada vez que el llanto saliera de su espalda de paño. CHiChio Bello, así se llamaba el pecado que se atrevió a pedir y que finalmente le regalaron. Se bebía por completo un biberón mágico.  De toda Italia junta, el bebote y el viaje en barco, era lo que más le habían gustado.

Cuando se enteró de que debía ir al departamento otra vez, le corrió el mismo escalofrío de siempre: ambos fallecieron hace un largo tiempo, pero aún huele el olor a desinfectante de los pasillos de los hospitales, y ve nítida la imagen del salón de estar del geriátrico a donde había tenido que llevar a su papá enfermo de ELA. Por momentos cierra los ojos y recuerda cómo conducía la silla de ruedas de su madre por el laberinto del hospital Muñiz. Sentían frío juntas. Trataba de animarla, muy en su interior sabía que no quedaba mucho tiempo, pero no se rindió jamás y no abandonó nunca la búsqueda de una mejor estadía para estirarle el tiempo.

Tomó el manojo de llaves con pesadumbre, ya quisiera que no estuviese más en su llavero, ya quisiera que no existiesen más en su presente. Pasó a buscar a su amiga, una amiga de las de verdad, como dicen los milenials, una amiga “posta”. El breve recorrido que va de Barracas a Sarandí manejó casi sin pensar lo que hacía: embrague, primera…puente de la Boca. Le mintió, le dijo que eligiera si prefería el trayecto corto o el largo, obvio que le mintió, hizo el largo porque la realidad le gritaba que no llegue nunca. Los vecinos se habían quejado de una suciedad que caía desde el balcón y se tenía que arremangar y limpiar justo un sábado, cuando ambas caminan, charlan y aprovechan el sol, después de una semana de trabajo pesada.

Ella no se enteró de que no podía encajar las llaves, no encontraba la que era, la que le correspondía. La mente le juega por momentos juegos perversos, y ese no encontrar la llave, sabe positivamente que es un TOC que tenía su padre. El ferviente deseo de no parecérsele, hace que cada día cometa iguales errores sistemáticamente y odia esas cuestiones…Honrarás a tu padre y a tu madre, rezan las escrituras y a quien se atreva a no cumplirlo le espera el ostracismo, ¡ah no!, eso es de otra religión, pero es algo parecido. Lo que jamás leyó en ninguna biblia es “Honrarás a tus hijos”, esa parte, o sea la tragaron al traducirla, o jamás lo escribieron.

Tardó bastante en colocar todas las llaves que abren la puerta del pasado. Ahí están todos los rostros que fueron importantes, aplastados en fotografías que ya nadie mira, fotos de momentos felices encerradas a oscuras esperando a nadie, hace casi tres años.

Lo que debía revisar y limpiar estaba en el balcón, así que dejó el celular sobre la mesa, las llaves – las tocó tres veces acomodándolas sobre la mesa, tanteando que estuviesen ahí, eso también lo hacía él y ella se empeña en no hacerlo, pero le resulta imposible y se odia por eso -  Respiró hondo, tomó la cinta para levantar la persiana y la respiración se le entrecortó inmediatamente. Su amiga estaba detrás, así que no pudo ver el asombro, tampoco pudo mirarse a ningún espejo, cuestión por la cual la cara que puso no la podrá describir jamás.

La bolsa de maíz era gigante. La Piazza San Marcos estaba llena, reía contenta, estaba en Venecia. Habían comido unos churrascos gigantes y jugosos. Recuerda que su padre, en el empeño de criticar su propio país, dijo algo así como que “carne así, no comemos nunca los argentinos”. Las palomas inundaban la plaza, andaban de un lugar al otro, la recorrían, se comportaban como dueños de casa en medio de una fiesta que no termina y con unas ganas terribles de que los invitados se vayan yendo. Se apoyaron todos en una de las columnas que sostienen los palos con faroles que iluminan la plaza por las noches, ella seguía riendo, feliz. Estaba disfrutando de unas largas vacaciones y en Italia, qué más podía pedir. El ruido del maíz cayéndole sobre la cabeza la sorprendió, le quitó el aliento. Los granos de maíz caían a borbotones deslizándose por sus hombros, y el picoteo constante de las palomas en su cabeza provocaron los aullidos que comenzó a dar. Eso no fue lo peor. El dolor del picoteo desaparece como todo dolor físico, no deja huella, por suerte no se puede transmitir como es el dolor de nada, porque lo olvidamos, no podemos ponerlo en palabras, lo que jamás pudo olvidar fue lo que vio al levantar los ojos: seis rostros desdibujados se agarraban el estómago porque no podían más de risa y entre esos rostros, estaban los rostros de sus padres. La risa no fue suficiente, después llegaron los retos, que basta, que no es para tanto, que el papelón que estaban pasando, que todos los miraban y tuvo que meter el dolor en el bolsillo del tapadito marrón, y continuar…y siempre continuar como si nada, y seguir porque se debe seguir, porque no se debe demostrar nada, porque hay que ser fuerte, ante todo, hasta ante la aberración más grande.

Levantó la persiana del balcón y habían vuelto, fue lo que sintió. Las palomas habían hecho un viaje de trece mil kilómetros y habían anidado en el balcón emplumado. Tenía que ponerse en acción y cuando se agachó, solamente sentía el maíz caer por su cabeza y los rostros de aquellos que rieron aquella vez muertos de risa desde el plano en que se encontraran. Pensó, se detuvo y negó con el alma. Sabía que su madre ya no se reía de esas necedades, y que su padre jamás se rio fuera de aquel viaje que habían hecho hacía añares.  Los que reían ahora eran otros, ella los veía.

Todo estaba emplumado y lleno de excremento:  el piso, la baranda, las macetas, las escobas, su amiga que rasqueteaba en silencio, ese silencio que suele tener y que es a la vez el mejor de los abrazos que puede darte alguien muy querido… Sintió que aquellas que le habían picoteado la cabeza, jamás habían desaparecido y ahora habían vuelto a anidar en ese hogar tan frío como las madrugadas de julio. Hubiese querido agarrar todas las bolsas de mugre que llenaron juntas y metérselas en la boca muy profunda a aquellos que ahora reían…porque están, ella sabe que están, pero riendo desde sus casas, mientras ella sigue, intentando no demostrar, siendo fuerte, como siempre, ante la aberración más grande.

 


9 comentarios:

  1. Madre mía, lo que contiene este texto. Es para leerlo y releerlo, qué bien transmites ciertas conductas de evasión, de no querer afrontar, de no querer parecerte al progenitor...me ha gustado mucho.
    Besos.

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    1. Muchas gracias Noelia, si, es un texto para volver y revolver, como a mi me gustan. Un abrazo. (Rosana)

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  2. Una entrada donde dices muchas cosas y hay que estar atenta al contenido, de todo ello hay que sacar que hay fantasmas que por mucho que pase el tiempo nunca se van siguen ahí aferrados a nuestro cuerdos.
    Un fuerte abrazo.

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    1. Exacto Campirella, los fantasmas están, se pegotean a uno y bueno...no se rinden. Un abrazo enorme. (Rosana)

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  3. Los pelos como escarpias, sentimientos a flor de piel, he tenido que pararme en varios momentos, pues los recuerdos nos transportan al tiempo que intentamos evitarlos. Un abrazo.

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    1. Gracias Tinta en las olas, puro elogio tu comentario, muchísimas gracias

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  4. Hola Ro, es excelente tu texto, en carne viva los sentimientos, los recuerdos y fantasmas, muy bueno, un abrazo gigante, Patricia.

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