Corazón partío

Vuelvo a unirme al desafío juevero, esta vez con la propuesta de CAMPIRELA

 Corazón Partío (por Rosana)

• ¿Será que no pueden estar sin cotorrear todo el tiempo? 

La voz estridente de Mariela resonaba en la confitería donde cada año no dejaba de reunirse ese grupo de mujeres que alguna vez habían sabido ser compañeras de las grandes tiendas “Ave Fénix” 

• ¿Eres tú? - susurró Herminia, sin poder disimular el gesto envidioso al escuchar el acento catalán que Mariela no podía ni quería dejar de tener. 

• ¿Y tú? ¿Cuándo vas a dejar de traer a tu mascota contigo? No sé cómo sigue soportándote con los años. Es más fiel que perro para ciegos 

• No me doy por vencido - balbuceó Nacho, enroscándose con la mano izquierda la punta de los bigotes al estilo morsa. 

• Veo, veo, insistes en dejarte el bigote... ¿será que has hecho una promesa el día que descubriste a tu mariposa traicionera? 

• La verdad, me cuesta comprenderte - volvió a susurrar Nacho mientras acariciaba el cabello de Herminia, o mejor dicho, la espalda de Herminia, puesto que jamás lo miraba de frente – cuesta entender a qué venís cada año, no podés dejar de aplastar con tus palabras cada vez que abrís la boca. 

• Perdón, realmente la que no entiende a qué vienes a una reunión de cotorras viejas, soy yo. Mil disculpas por dejarte el corazón partío 

• ¡Otra vez discutiendo ustedes dos! ¡Aburren realmente! Atraviesas el Mediterráneo y luego el Atlántico para venir a pelear cada vez... ¿Cómo va Mariela? 

• Es que, por suerte, esta tarde vi llover y me dije: ¿por qué no ir a molestar un rato a esas friquis que se reúnen para evocar lo que ya no vuelve, pero insisten e insisten en llamar a gritos una juventud que partió hace rato. 

Las cabezas de todos giraron al unísono y todos observaron la piel tersa y tostada de Mariela. Por donde se la mire irradiaba verano, ni un gramo de grasa le rodeaba la cintura. Su porte espectacular la volvía radiante, como salida de una coreografía en donde se estuviera bailando la conga. 

• Se te ve espléndida - alcanzó a decir Mirta, que no lograba articular palabra, puesto que dos lágrimas se le habían puesto entre la lengua y los dientes. 

• Amigo...o, mejor dicho, amiga, no sé bien cómo decirte ya. - Tragó saliva, se calzó la manija de la cartera en el hombro, se subió a la silla, se colocó ambas manos a los costados de la boca y gritó: - Digan, cuenten, ¿Y cómo es él ahora que es ella? ¿Cómo se comporta en la cama? ¿A quién de ustedes deja verdaderamente contenta? ¿Que a qué vengo? A cada año recordarle a este farsante que aún, me está debiendo el divorcio